Filosofía mística - Kim Pérez

viernes, septiembre 08, 2006

Wa la lah ila Allah

La noción de unidad de la realidad lleva a la de un centro o factor que la una. Una vez postulada –no demostrada- la existencia de ese centro, se constata que es invisible a primera vista, se puede suponer, pero no constatar.

Suponer un centro es suponer también que la realidad se vuelve coherente en relación con él y el trabajo del pensamiento consiste en organizar los datos que tenemos sobre la realidad alrededor de este centro.

Es decir, no podemos demostrar su existencia, pero sí podemos intentar comprobar que genere un orden racional en su torno, lo que sería una comprobación indirecta de su existencia, puesto que suponemos que todas las realidades están organizadas de hecho en torno a él.

Todo se presupondría entonces que adquiriría sentido, por su relación con ese factor de unidad. Esto es hablar de Dios, pero no religiosamente, sino críticamente, libremente, filosóficamente. Puede precisarse en este sentido, que pensar filosóficamnte en Dios es pensar en un centro y sentido de toda la realidad.

La crítica filosófica que se ha hecho entre nosotros a los dogmas religiosos ha sido necesaria, pero ha tenido el efecto de hacernos abandonar la pretensión de ver la coherencia del conjunto y de entregarnos mental y moralmente a la dispersión.

Una mente incoherente y dispersa es inmediatista, acaba por valorar sólo los intereses y deseos que aparecen hasta donde llega su vista, lo que la hace también primaria y movida por reflejos, más bien que por un pensamiento sólidamente entrenado en la racionalidad que considere también las emociones profundas, las tensiones que más fuertemente expresan la realidad humana (como la necesidad de sentido, de unidad y de amor), que muchas veces nos aparecen veladas por sentimientos y deseos más superficiales.

La última filosofía europea que pensó en un centro fue la escolástica. El abandono de esta atención hizo que se pusiera en el estudio de los instrumentos (el racionalismo) o de la parte objetivable de la realidad (el materialismo) pero, desprovista de su interés, incluso pasional, el plenamente humano, ha acabado por limitarse a ser una filosofía de la filosofía y del lenguaje, autolimitación que lleva al desinterés y el aburrimiento.

En la rigidez unánime de las religiones se encuentrar sin embargo afirmaciones que llevan de cabeza al sentido y la unidad. Convertidas de dogmas en aforismos, integradas en la discusión filosófica, renuevan el pensamiento, le dan a su libertad un brillo y una intensidad que está ausente del estado actual de la filosofía.

Uno de estos aforismos es el que titula este comentario. Sin ser musulmán, sino filósofo, se puede decir: “No hay más dios sino Dios”, lo que significa “No hay más centro posible de la existencia y del pensamiento que el solo centro concebible de la existencia y del pensamiento”.