Filosofía mística - Kim Pérez

viernes, noviembre 28, 2008

Yo en Vos y Vos en mí



Leo lo que me faltaba del espléndido libro de Antonio Márquez sobre "Los Alumbrados" y me encuentro un alegato contra la religión de la experiencia, la Mística, a la que acusa de propiciar el inmovilismo emocional del éxtasis.

Pero esta acusación procede de un conocimiento superficial de la Mística, quizá sesgado por el largo estudio sobre los alumbrados.

La Mística carmelita piensa que el fin de la experiencia no es el éxtasis, sino la lucidez en la que se ve la Unidad en la multiplicidad y la multiplicidad en la Unidad. El éxtasis o arrebato no se da sino en un grado intermedio y quizá, en el fondo, enojoso, como otros fenómenos que acompañan a la experiencia, porque distraen de ella.

Llegado a la gran explanada final de su recorrido, el místico puede ver, hablar, actuar, trabajar como cualquier otra persona, sólo que ve habitualmente la Unidad en todos los seres y a todos los seres en la Unidad. Habrá conseguido estabilizar y hacer habitual lo que para las personas no ejercitadas es excepcional, el sentimiento oceánico, y más.

martes, febrero 05, 2008

Lógica de la Religión



Estoy actualizando mis blogs filosóficos en http://filosofiadentro.blogspot.com


¿Por qué los antiguos pensaban que la fe en Dios era lo más lógico?
¿Por qué después algunos pensaron que era imposible que Dios existiera?
¿Cuáles son las consecuencias de no creer en Dios?
¿Por qué en el siglo XXI vuelve a ser lógica la fe en Dios?



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Razonamientos sobre la Lógica


En Grecia, el descubrimiento de las Matemáticas enseñó que hay relaciones necesarias entre las cantidades. Si los lados de un triángulo rectangulo miden a, b y c, entonces es necesario que a2 + b2 = c2

Esto acostumbró a las mentes a que hay realidades invisibles, pero necesarias, como esa igualdad, y todas las otras que componen las Matemáticas.

Pasando de las relaciones entre cantidades a otras distintas, se descubrió que también existen relaciones necesarias entre otras realidades y entonces, estas relaciones fueron llamadas Razón o Lógica.

Un ejemplo de relación lógica es la siguiente: Si una cosa A es igual a otra B, y B es igual a otra C, entonces A es igual a C. O si A es causa de B y B es causa de C, entonces A es causa de C.

Una vez habituada a la Lógica, la mente no ve las realidades como casuales e inconexas, sino conectadas por una red de relaciones invisibles, La verdad de esta suposición la confirma la Ciencia, que consiste en ver esa red y sobre todo la Técnica, que lleva la red de relaciones invisibles a la práctica. Cada vez que encendemos un televisor y funciona, se confirman las relaciones entre todos los componentes de la televisión.


Con la Lógica se entra en un mundo en el que todo es necesario e independiente de nuestra voluntad hasta tal punto que no podemos hacer que lo que es lógico no lo sea o que lo que no es lógico, lo sea. Esto lo saben muy bien, si hacen bien su trabajo, los policías que buscan al causante de un crimen; les guste o no, tienen que inculpar a alguien por lógica o exculpar a otro, también por lógica; las relaciones lógicas de causa y efecto son las más estudiadas por los científicos y los técnicos en general.

Pero es necesario distinguir entre Razón y razonamiento. La primera palabra se refiere a las relaciones necesarias que existen en la realidad; la segunda al esfuerzo humano por descubrirlas; las primeras, como necesarias, no pueden faltar; están entre todo lo que existe, son; las segundas, pueden fallar con demasiada frecuencia. La Razón es sobrehumana; el razonamiento es humano.


Razonamientos antiguos sobre la existencia de Dios


¿Con qué razonamientos llegaban los antiguos a Dios?

La primera prueba lógica de la existencia de Dios se hizo sobre la base de la serie de causas y efectos. El razonamiento es el siguiente: si partimos de un hecho cualquiera, tendrá una causa; esta causa tendrá otra causa, y así sucesivamente; esto podría ser una serie infinita de causas, a no ser que hubiera una causa primera, que sería la causa de todo.

Este razonamiento parece ser correcto, pero no lo es. Alude a un número de causas. Las Matemáticas nos hacen ver que toda serie de números tiene un origen, aunque no tiene un final.

Con números, se puede decir que el hecho 4 habrá sido causado por el hecho 3, éste por el hecho 2, éste por el hecho 1 y éste por el hecho 0.

El 0 es el origen de todas las series, positivas y negativas, y tiene propiedades singulares. El 0 no es la nada. Es un vacío, pero está ahí, existe como vacío o hueco, y debe ser tenido en cuenta para contar correctamente hacia delante y hacia atrás. Es una relación pura, algo que no es materia, pero tiene que ver con el contexto propio de la materia.

Por eso, el razonamiento que se ha hecho sobre Dios como causa primera es incorrecto. Se demuestra con este razonamiento que debe hacer un punto 0 de toda la serie de los hechos, pero no se demuestra que el punto 0 sea Dios, puesto que es un vacío.


Otro razonamiento que se hizo durante la Edad Media y la Moderna fue el del argumento ontologico, cavilado por San Anselmo de Canterbury y seguido por Descartes.

Se enuncia así: Si Dios es la Perfección, la Perfección incluye la Existencia, porque una perfección que no existiera no sería perfección; luego Dios existe.

Creo que al pensarlo, se tiene la inquieta sensación de que algo está jugando con nuestra mente, como se juega en las paradojas lógicas, que requieren un análisis más profundo.

En este caso, me parece que el juego está en la frase primera, que incluye un condicional, “si”, como conclusión de un razonamiento que incluye el concepto de perfección; pero no todos los razonamientos corresponden a la realidad, puesto que hay razonamientos erróneos. Si la realidad fuera como se dice, el razonamiento sería verdadero; pero puede no serlo. Nos movemos en el campo de los pensamientos, no en el de las realidades; y en el de los juegos lingüísticos; la conclusión debería exponerse en condicional, “existiría”, no en indicativo, “existe”, aunque éste es mucho más impresionante.


Razonamientos modernos sobre la no existencia de Dios


El fracaso de estos razonamientos, preparó el terreno para otro completamente contrario: el que pretende demostrar que Dios no existe. Pero fue también primitivo y superficial, puesto que no tenía en cuenta descubrimientos anteriores.

El postulado de partida es el materialismo. Sólo existe la materia. La materia es objetiva, observable, registrable, medible. Es el objeto de la ciencia y su conocimiento ofrece una seguridad que no se encuentra en las especulaciones llamadas metafísicas que versan sobre lo que pueda estar más allá de la física, es decir, de la materia.

La ciencia es comprobable, y las especulaciones metafísicas son incomprobables, afirma el materialismo. Por tanto, para movernos entre certezas, tomemos sólo en cuenta las realidades materiales, lo medible.

(Materia se puede entender, en el sentido de Einstein, también como energía, puesto que una se transforma en otra y viceversa, y ambas se pueden observar y medir)

Este razonamiento es tan simple y aparentemente tan convincente que la mayoría de los científicos y de los técnicos, incluyendo los médicos, de los siglos XVIII y XIX se fueron haciendo materialistas y por tanto ateos. El prestigio de una ciencia que en esos momentos empezó un desarrollo inmenso y encontró continuamente aplicaciones técnicas para transformar radicalmente la vida humana, extendió el ateísmo entre la población.


Razonamientos postmodernos sobre las Matemáticas y la materia


Sin embargo, hay un dato, conocido desde Pitágoras, que impide que este razonamiento sea correcto. Es el hecho de que las Matemáticas organizan la materia.

Las Matemáticas no son por tanto un simple producto del entendimiento humano. Existen, independientemente de que haya humanos para entenderlas. Incluso los humanos existimos porque existen las Matemáticas.

Por tanto, los hombres las descubrimos, no las inventamos. Pitágoras descubrió que las Matemáticas rigen la Música y la Armonía, o unidad en la diversidad. En la Modernidad, Galileo Galilei expresó una hipótesis en la misma línea: la Física habla en lenguaje matemático y Newton la confirmó al descubrir la primera fórmula matemática que mide y describe un fenómeno físico, la Ley de la Gravedad. Los físicos han seguido este camino utilísimo, aplicando las Matemáticas para enunciar sus descubrimientos, como lo hizo Einstein y también Heisenberg, al utilizar el Cálculo de Probabilidades.

El corolario de estos hechos es el siguiente: las Matemáticas rigen la materia, la organizan, mandan sobre ella. Desde el momento en que empezó a existir la materia, tuvo que obedecer a las reglas matemáticas, a la razón. Esto significa que no sólo existe la materia, sino esas reglas que mandan en ella y que son distintas de ella.

Esto debe ser precisado. Al observar la materia, por ejemplo, la de las celdillas de los panales, observamos que son hexagonoidales.

Este hecho es uno de los que confirman, ante los ojos de todos los que tengamos una preparación elemental en Geometría, que las Matemáticas son anteriores e independientes del entendimiento de los hombres.

Pero hablando con precisión, no se observan hexágonos, figuras formadas por seis rectas, sino hexagonoides, figuras formadas por seis paredes más o menos rectas.

Dicho con otras palabras, tienden a la forma del hexágono, pero no llegan a su perfección. Analicemos estas dos frases.

La primera: Tienden a la forma del hexágono, o del prisma hexagonal, porque esta figura tiene una propiedad matemática: es la que permite mayores superficies (o volúmenes) con menores perímetros uniéndolas en red.

O sea: permiten la máxima economía de esfuerzo y de materia (cera) al llevarlas a la práctica de la construcción de un panal.

La segunda: No llegan a la perfección del hexágono, porque ningún hexágono es materializable. Un hexágono (regular, el modelo de las celdillas) se define como una figura formada por seis líneas o distancias perfectamente iguales que forman entre sí ángulos exactamente de 30º. Esta relación de distancias y ángulos se puede pensar, pero no se puede materializar. No se puede dibujar, porque el dibujo de una línea no es una línea, sino que tiene un ancho. Humanamente (o en el mundo de las abejas) no se puede materializar una distancia que no tenga ancho y que sea exactamente igual a otras cinco distancias, sin que se diferencie ni una micra, ni una millonésima de micra.

Conclusión: Existe algo que se puede pensar pero que no se puede materializar, que organiza la realidad material, la cual intenta acercarse a ello pero sin conseguirlo del todo.

Dicho de otra manera: No existe sólo la materia.

Este hecho, que es el fundamento de la ciencia, aunque muchos científicos lo ignoren, legitima que se afirmen realidades sólo pensables, lo que tradicionalmente se llaman realidades espirituales, que son distintas de las realidades materiales y por encima de ellas, puesto que las atraen sin que las materiales puedan llegar del todo a ellas.

Esto lo vio Platón. Sobre el dintel de la puerta de su Academia puso “No entre aquí quien no sepa Geometría”, lo que coincide con la necesidad de saber los elementos de la Geometría para seguir este razonamiento.

Extendió sin embargo las Matemáticas a lo que llamó el Mundo de las Ideas, sin delimitarlo suficientemente, en lo que erró. Pero acertó al señalar la naturaleza tendencial de la materia hacia las formas puras, lo que después de él se llamó idealismo.

Noción aplicable a la vida humana en sentidos que superan a las Matemáticas. Por ejemplo, es pensable una Idea de la Justicia, definida como “dar a cada uno lo suyo”, como hicieron los romanos. La Justicia perfecta sería entonces dar a cada uno exactamente lo suyo, ni más ni menos. Pero esa equidad perfecta no se puede materializar más que aproximadamente, como saben los jueces y como sabemos los profesores al poner las notas.

Sin embargo, la Idea de Justicia nos atrae o tira de nosotros, jueces y juzgados. Un juez que haga bien su trabajo tenderá a dar una sentencia lo más justa posible. Y si no lo es, el reo o el estudiante reclamarán mayor justicia. La Edad Media sabía que la justicia humana, la material o de la Tierra, es siempre imperfecta y que sólo la del Cielo, la del Mundo de las Ideas, puede ser perfecta.


La existencia de una realidad pensable pero no materializada prueba la posibilidad de que exista Dios, pero no prueba que exista Dios.

Razonamientos postmodernos sobre la existencia de Dios en mi subjetividad


¿Cómo sería Dios, si existe? Podemos contestar negativamente. Ciertamente, no es material. No es un objeto detectable, medible, por tanto no puede tratar la Ciencia de Él, en lo que tienen razón los materialistas.

Pero existe otra realidad que tampoco se puede observar como objeto y que, sin embargo, es realísima: soy yo mismo, yo visto por dentro, mi realidad interior.

Lo que llamo yo, es también una realidad muy singular: en primer lugar, sólo yo soy yo, es decir, soy una realidad única. Quien me lee, también se llama yo, pero es en un sentido distinto, puesto que se refiere a él, no a mí.

Yo soy la única realidad que veo por dentro, como sujeto. Todas las otras realidades las veo por fuera, como objetos.

Lo mismo que ellos, en su intimidad, son inaccesibles para mí, yo soy inaccesible para ellos. Los instrumentos de que disponemos pueden ver las señales objetivas, externas, de la actividad mental, no ven la actividad mental en sí misma, no pueden ver mis pensamientos como yo los veo, ven excitación en distintas zonas del cerebro, que no es más que lo que yo veo en una sonrisa; veo una señal externa que no me permite saber lo que hay tras ella.
En una palabra: tenemos telescopios y microscopios, pero no tenemos introscopios, ni podemos tenerlos, porque esos instrumentos ven objetos del conocimiento, y yo soy sujeto del conocimiento.

Pues entonces: si Dios no es objeto, ¿será también sujeto?

Mi actividad como sujeto se limita en lo consciente al marco cercano a mi objetividad y a mi punto de vista material, espacial y temporalmente determinado.

Pero si Dios es un sujeto no materialmente determinado (o limitado), para ser Dios debería tener pleno conocimiento de mí; un sujeto distinto de mí y que sin embargo ve plenamente mi vida subjetiva. Estar dentro de mí sin ser yo, es precisamente la imagen de la presencia de Dios que formulan las religiones.

Con este razonamiento, se da un paso más. Ya no sólo se dice que es posible que Dios exista, sino que se dice cómo puede ser Dios y dónde se puede encontrarlo: en nuestro interior, inaccesible a todo instrumental.

¿Pero yo puedo encontrarlo y verlo dentro de mí mismo? La mística, común a todas las religiones, dice que sí. Santa Teresa de Jesús hace un relato de su experiencia, diciendo que, conforme profundizó en su interior, apartando las cáscaras de la imagen externa de sí misma, llegó a un punto central; en él cabría esperar que encontrase su realidad subjetiva pura, pero no: encontró el vacío de sí, y en él, a Dios.

La verdad de los místicos es subjetiva y por tanto, no se demuestra objetivamente. Pero proponen “haz lo que yo, a ver si ves lo que yo” . Aunque, para demostrar que no se trata de una simple alucinación, las experiencias místicas de las distintas religiones suelen ir acompañadas de fenómenos paranormales tales como la levitación u otros.

Nos hemos acercado racionalmente a Dios. Verlo dentro de mí, es otra cosa.

Consecuencias prácticas de la aceptación o no de la posibilidad de la existencia de Dios.

Hay un materialismo racionalista. Afirma que la materia es lo único que existe, pero reconoce que está sometida a la razón, aunque no saca todas las consecuencias de este hecho.

Es el caso del marxismo-leninismo, que se esfuerza en encontrar la lógica que rige la historia humana y en obedecerla. “Libertad es el reconocimiento de la necesidad”, dijo Lenin. De aquí deduce una ética racionalista que resulta impersonal, objetivista, antisubjetiva. No existe la consciencia de sí como realidad independiente, que será sólo un efecto de las condiciones objetivas de vida. El hombre particular debe ceder ante las grandes fuerzas de la historia y sólo puede elegir entre entenderlas para seguir conscientemente su curso, o seguir ignorándolas y dejarse arrastrar o hasta ser machacado por ellas.

Por eso, el marxismo leninismo ha tendido a tratar al hombre como simple materia, lo que lleva a considerarlo material de construcción, aprovechable o desechable según los casos, lo que autorizaría cualquier genocidio. No ve en él al sujeto único, todos son intercambiables. Pero si el marxismo leninism no fuera totalitario, si permitiera libertad de discusión, se podría partir de su respeto y obediencia a la razón para discutir lo que no es la razón, sino un razonamiento.

Más grave es por tanto el liberalismo, tanto el conservador como el que hoy inspira al socialismo, que pone al ser humano, sus deseos y sus consensos como único criterio del bien y del mal.

No; la vida humana debe obedecer a la razón, que está por encima de nuestra voluntad y es independiente de lo que nos guste o no nos guste.

De hecho la solemos obedecer, hasta masivamente, en nuestra vida particular, porque sabemos que actuar irracionalmente nos lleva al desastre.

La formación de cualquier ser humano es un entrenamiento para la racionalidad, que es la obediencia a lo lógico y razonable. Encontramos aquí uno de los motivos para preferir sin reflexión el liberalismo. Deja a la persona teóricamente dueña de sí misma. No tiene que obedecer a nada. Decide el bien y el mal, ha comido del fruto que nos hará como dioses. Libertad de costumbres, de diversión, de estímulos. Egocentrismo desmesurado.

No es grato para la rebeldía humana aceptar ninguna obediencia. Pero la razón nos supera, queramos o no. Tenemos que obedecer a la razón incluso para seguir vivos.

En cuestiones que superan lo personal, el liberalismo de derechas y de izquierdas razona afirmando los apetitos, no los razonamientos, como único criterio y confía en que los juegos de poder lleven a un equilibrio de unos y otros.

Nace de aquí una democracia sin límites racionales. Es verdad que normalmente funcionará, pero los equilibrios de poder fácticos, los consensos, las decisiones de la mayoría de la población podrán sder a veces criminales, y no habrá recursos conceptuales, dentro del sistema liberal, para denunciarlo.

Los hombres siempre hemos sabido que puede haber leyes injustas. No basta que una ley haya sido democráticamente aprobada para que sea justa. La justicia está por encima de las leyes, como se sabe en la tradición occidental desde que Sófocles escribió su “Antígona”.

El cristiano y el musulmán están más acostumbrados que el liberal a aceptar que existe una ley por encima de ellos. La filosofía aceptada por la Iglesia Católica habla incluso de una ley natural, “grabada en el corazón de todos los hombres”. Lo que está grabado en el corazón no son preceptos concretos, sino la manera de descubrirlos, mediante el razonamiento. También hay aspiraciones humanas que deben entrar en ese razonamiento: la necesidad de sentido, que es una necesidad subjetiva; cada uno y sólo cada uno podrá juzgar si la existencia tiene sentido para él y el sentido finalmente se justificará por un sentimiento; aspirar al sentido es aspirar al Paraíso y, por lo que dicen los místicos, éste debe consistir en la conciencia de la presencia divina en mí y en todo.

sábado, enero 12, 2008

Una conversación



¿Por dónde vas? ¿Cómo te guías?

Dices que procuras hacer lo razonable, pero parece que significas que, en el hundimiento de las referencias, sólo te queda eso.

Sin embargo, creo que no has podido decir nada más grande y más fuerte.

La razón es la única ley que está por encima de los humanos, la que sabemos que moralmente debemos obedecer, nos guste o no. Sentimos la presión de la razón, brillando tenue o fuertemente en nuestra mente y comprendemos que seria absurdo hacer algo distinto de lo que vemos.

Incluso, cuando a veces tomamos decisiones aparentemente irracionales, solemos hacerlo en función de una razón superior. Hay distintos planos de razón que pueden dirigir nuestros actos y cada vez que nos elevamos de plano tomamos en consideración datos que no habíamos considerado en el anterior y su correlación.

La posición de la razón por encima de la voluntad humana la hace divina o sagrada, en todo caso realmente sobrehumana, aunque no hay nada más humano que descubrirla y obedecerla.

Pero tenemos que verla, lo que no siempre es inmediato ni automático. En este empeño, nos deslumbran a veces ciertas formulaciones como si fueran la misma voz de la razón objetiva, olvidando que son inciertas formulaciones humanas. Entonces las convertimos en leyes absolutas y sacralizamos, no la razón, sino nuestras fórmulas de lo razonable.

Éste es el error en que cae el iusnaturalismo de tradición aristotélica, tal como lo expone el Magisterio católico, cuya voz es tan sonora en nuestra cultura, para los que la siguen y para los que la denigran. Suele prescindir de un dato que enunció el mismo Jesús de Nazaret: "No está el hombre hecho para el Sábado" -es decir para la Ley- "sino el Sábado para el hombre", Por ejemplo, podemos elaborar una fórmula de apariencia racional que diga "el matrimonio debe ser entre hombre y mujer" y pretender que esta fórmula tenga valor no general, sino universal, es decir, que el hombre esté hecho para este sábado.

Pero si se repara en las disfuncionalidades que tal fórmula tendría para los homosexuales y para sus hipotéticas parejas heterosexuales, se advierte que la razón universalizada que está por encima de hombres, animales, plantas y peñas, cielos y mares, debe proveer un sábado que sirva al hombre y no al revés.

domingo, diciembre 30, 2007

Los sufíes

Después de ver un documental sobre los ceremoniosos derviches turcos y sobre la espléndida, acelerada, jubilosa y rompedora música sufí del Pakistán y la India, en mezquitas adornadas como ferias, en donde entran musulmanes, hindúes o cristianos sin que cuenten sus diferencias.


El amor es el que busca el Absoluto, la Perfección.

Todos los amantes lo saben.

Conceptualmnte, el Absoluto sólo puede ser uno y la Perfección también, porque en eso estaría el Absoluto y la Perfección.

Por tanto, una vez que se encuentren se habrá encontrado la unidad o la coherencia y el sentido de la existencia humana.

Como, por lógica, la vida debe tener unidad y sentido, para no romperse ni disgregarse, el Absoluto y la Perfección deben existir y debe ser posible para el hombre encontrarlos.

Ésta es toda la Filosofía del Amor, que nace de la razón como controladora pero sobre todo de la Intuición, que es el manantial mayor del conocimiento humano.

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sábado, diciembre 22, 2007

La razón de Berkeley



Berkeley tenía razón. Todo lo que sé, lo sé a través de mi mente, por lo que es imposible asegurar racionalmente que hay algo fuera de ella. Quienes hayan visto “Matrix” saben de lo que estoy hablando.

En este punto, hay que señalar lógicamente dos posibilidades: o hay una realidad exterior –pero que no se puede conocer en sí, sino por medio del filtro de la mente (Kant) o no existe tal realidad exterior.

Según la primera hipótesis, que es la más fácil de imaginar por ser la más afín a nuestra tradición cultural, aunque la mente subjetiva no puede salir de sí misma, puede hacer un acto de fe en la ex – istencia (exterior) de realidades ob – jetivas (puestas enfrente), de cuyo contacto nacen los estímulos que activan nuestra mente. Vida, contactos, amor, odio, serían los esfuerzos de nuestra mente para superar su aislamiento frente a las realidades externas, que se acercarían a nosotros de mil maneras pero sin que supiéramos por qué, y por qué nos llegan determinados condicionamientos materiales y no otros.

Éstos son los puntos flacos de esta hipótesis, que no ofrece argumentos para entender por qué existiría una subjetividad y una objetividad incomunicables entre sí, aunque unidas por una mutua necesidad angustiosa por quedar irremediablemente frustrada, y por qué se establecen unos contactos y no otros entre cada subjetividad y lo que le es objetividad. Constata hechos pero no los explica y menos esta dualidad irreconciliable, este encierro de cada cual en sí mismo.

Según la segunda hipótesis, hay que deducir que todo lo que percibo nace y llega desde el interior de la propia mente. Sería única, aunque aparentemente dividida en millones de mentes parciales y sus dimensiones serían cósmicas, separadas, eso sí, entre lo que sé o consciente, y lo que no sé pero puedo saber o inconsciente.

Desde éste arrancarían continuamente imaginaciones, unidas entre sí lógicamente, que irían formando un mundo. Unas serían sobrecogedoras, otras conmovedoras, pero de todas habría que distanciarse emotivamente. Sigo aquí las recomendaciones que hace al alma desencarnada el “Libro Tibetano de los Muertos”.

Esta segunda concepción tiene ventajas para una persona que está envejeciendo y alejándose de las posibilidades de la vida, como soy yo, y también se está quedando progresivamente aislada. En vez de sumirme en la angustia, me permite una visión solipsista ancha, tranquila y no exenta de curiosidad por lo que pueda ir apareciendo, pero relativamente a salvo del dolor por el distanciamiento, y en espera de lo que está más allá del dolor y del gozo, de lo que entre nosotros se llama gloria: la ruptura de todas las determinaciones.

Pero afortunadamente creo que hay una alternativa, una concepción más coherente. La visión precedente parte de mi subjetividad particular o consciencia como centro de la Subjetividad Absoluta, pero es bastante improbable que lo sea; al renunciar a esta pretensión, aparece otro centro, todavía inconsciente para mí, al que llamo el Novelista, y que es el que le da lógica al Argumento de cuanto se va produciendo y el único que lo conoce en su integridad: de él dimanan las distintas subjetividades particulares, dotadas a su vez de entidad sustancial o persistente y de libertad subjetiva que va dando forma y reformando continuamente el Argumento, único autor que puede formar personajes así; yo por tanto seré uno de los personajes del Novelista y en mis amores por otros personajes se transparentará la nostalgia por la única mente que nos fundamenta a todos.

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jueves, diciembre 20, 2007

Descubrimientos filosóficos





Voy a intentar desarrollar esta parte de mi filosofía como consideración de descubrimientos, no como un comentario de descubrimientos anteriores.

No he descubierto la relación entre las matemáticas condicionantes y la materia condicionada, aunque comprenderla me haya impresionado por sus consecuencias. Tengo que limitarme a comentarla, como descubrimiento muy anterior a mí y esperar como máximo descubrir alguna consecuencia nueva.

En cambio, lo que sigue tengo la impresión de haberlo descubierto por mí misma, de que es un dato nuevo que aporto a la reflexión universal. Puede ser que alguien lo haya visto antes que yo y haya tomado conciencia de ello como yo, pero no he leído nunca una descripción de lo mismo.

Lo más singular que creo haber descubierto es el hecho de que “yo sea yo”. Preciso que se sabe de mucho antes que yo soy yo en el sentido de la reflexión consciente, es decir de que yo, sujeto del pensamiento, me vea a mí, como objeto del pensamiento. Esto es grande e insólito, pero no es a lo que me refiero, sino que lo digo en el sentido de significa que mi conciencia se encuentre a sí misma viviendo en un lugar determinado o con un cuerpo concreto, o sea, que esté aquí y no en otra parte, que tenga este cuerpo y no otro.

Lo puedo representar en el hecho asombroso de que yo pueda mover delante de mis ojos una mano que es la mía. Es que lo que me asombra es verme ubicada en una situacón material concreta, en un aquí y ahora, con una serie de determinaciones tales como mi familia, la forma de mis manos, las características de la especie, incluso ser un habitante de este planeta y no de otro.

Esta relación de que yo (sujeto, pensamiento) sea yo (cuerpo) aquí y ahora (en unas coordenadas concretas espaciotemporales) es asombrosa porque mi subjetividad es el centro de mi existencia, lo más importante para mí, algo casi transcendental como experiencia por su generalidad que lo abarca todo desde el punto de vista del conocimiento, y sin embargo veo que está limitada a una corta ventana temporal, en un océano en el que yo no era o no estaba y un océano en el que no seré o no estaré. Desproporción gigantesca entre lo único que existe para mí –yo- y mi pequeñez objetiva exigua entre las inmensas circunstancias que me envuelven.

Creo que mi descubrimiento está por lo menos en la insistencia sobre este punto. Las teorías que leo sobre la subjetividad suelen ser sólo sobre su contraposición a la objetividad, pero no insisten, como yo lo hago, en que lo que me interesa no es cualquier subjetividad, sino esta subjetividad.

Que por tanto es única. Yo sé que la experiencia de ser yo como yo lo soy es única, porque sólo yo soy yo. Insisto ahora en el predicado: sólo yo soy este yo, sólo yo estoy aquí, soy éste, soy esta subjetividad a la que le pasan cosas que sólo tienen que ver conmigo.

De cualquier otra subjetividad sólo puedo hablar por analogía. Supongo que cada cual experimenta en sí mismo una realidad análoga a la mía, pero distinta, puesto que él será él, no yo. Sólo yo soy yo significa también que otro no es yo, no está aquí y ahora, el tiempo que yo esté.

Ya puesto a observar esta condición de que yo sea yo, descubro que tiene propiedades insólitas. La mayor es que sólo yo puedo observarme por dentro. Nadie más tiene acceso a lo que veo en mí, ni yo puedo entrar a lo que supongo que ve otra persona Por eso, creo que ésta debe llamarse Subjetividad Absoluta.

Es incomunicable. Como nadie puede entrar en mí, en mi verdadera intimidad, no hay acceso objetivo a mí, y sin embargo soy una parte de la realidad, grande para mí y sin duda importante, puesto que es una visión o imagen única de toda la realidad. Tenemos instrumentos para ver el macrocosmos y el microcosmos, todo lo objetivo, pero no tenemos instrumentos para ver la realidad interior (con medios electrónicos sólo tenemos acceso a ver los signos físicos del contenido de nuestros pensamientos, pero no a nuestros pensamientos mismos, no mas que una sonrisa los puede indicar por fuera)

Pero tampoco podemos expresar más que una parte de nuestros pensamientos sobre nosotros mismos y no sin dificultades. El hecho de que frecuentemente no encontremos palabras para expresarlos es significativo.

Entonces, parte de mi descubrimiento consiste en que la Subjetividad Absoluta está encerrada en sí misma; el yo pensamiento está encerrado en sus condiciones materiales. El dolor físico extremo, el miedo, son experiencias en que querriamos escapar de nosotros mismos y nos vemos atrapados en este complejo yo-condición y yo-materia.

Nos sorprende ver entonces la fuerza de este encerramiento. No deja de resultar misteriosa la relación determinante entre yo como pensamiento y mis circunstancias, como si yo hubiese llegado para concretarme en una posición que no he podido decidir. De pronto, me he encontrado estando aquí y no en otro lugar, siendo éste y no otro, determinándose máximamente, espaciotemporalmente, mi capacidad de pensamiento abstracto y no particularizado.

Tengo que decir también que puede ser que esta manera de pensar sea la que me ha hecho transexual; o que puede que mi transexualidad sea lo que me haga hecho insistir en esta manera de pensar; no es exclusiva de las personas transexuales: también pueden llegar a ella las mujeres feas y los enfermos crónicos; todos quienes se sientan estupefactos al descubrir que ellos son ellos, es decir, que su mente consciente se encuentra determinada por unas condiciones materiales pasmosas en su fuerza

viernes, diciembre 14, 2007

Ateísmo frente a logicismo





El interés subjetivo que puede tener el ateísmo es la voluntad de emancipar al hombre de toda dependencia; dejar su libre albedrío como soberano para todas sus decisiones, no obligado moralmente por nada. Toda la cultura del humanismo moderno está centrada en este propósito.

Pero esto es sencillamente erróneo; el universo está regido objetivamente por la Lógica y el hombre depende de la Lógica y está obligado moralmente a actuar con lógica.

Hay algo por tanto que está por encima y antes de nosotros y que no podemos negar sin poner en peligro incluso nuestras vidas.

El sueño del ateísmo de desafiar a todo poder, se deshace ante la evidencia de un poder que nos hace y que manda soberanamente sobre nosotros. La soberbia deja paso a la admiración.