Meditación III
Creemos, tradicionalmente, que el "Dios de los filósofos" es frío y gris, impersonal y lejano, como lo vio de hecho el deísmo ilustrado del Ser Supremo, el Dios relojero.
Mantengo sin embargo que el monoteísmo se forma racional e intuitivamente a la vez, como consecuencia de una serie de supuestos lógicos y de ansias emocionales, por lo que las inferencias de esta convicción final llegan a la vez a lo que antiguamente se llamaba la cabeza y el corazón.
Algunas de estas inferencias han sido descubiertas y formuladas aforísticamente por la religión islámica, centrada en la pureza del monoteísmo, pero encuentro que pueden ser aceptadas dentro de una filosofía crítica que lo examine.
Una de las formulaciones básicas del monoteísmo filosófico puede ser también "no hay dios sino Dios", lo que centra el pensamiento y la afectividad en Él y excluye cualquier dispersión y cualquier otro centro como idolatría, lo que purifica la inteligencia.
Si Él es el centro de toda realidad, entonces la dinámica de lo relativo es que "todo viene de Él y vuelve a Él", que es la mayor razón de humildad personal y la mayor seguridad y consuelo en la desgracia.
Si dudamos sobre su existencia objetiva, podemos despejar nuestra vacilación mediante la introspección de sí como sujeto, práctica que parece que puede conducir a una experiencia, analizable incluso con métodos neurológicos, en la que Él es más
interior a mí que yo mismo, o es "el interior y el exterior".
Sentimiento que abre la puerta al desencadenamiento de la felicidad y de la experiencia de la Perfección, porque se la ve posible dentro y fuera, con un sitio y una hora en los que se llega a amar la Belleza Absoluta.
Nada de esto es frío y gris, impersonal y lejano, pero es racional y puede sujetarse a la crítica, mientras la conciencia no entre en lo Absoluto.
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