Filosofía del Uno
Por Kim Pérez
Publicada la primera versión, con el título de “Crítica de la crítica”, en el blog “Politically Incorrect”, el 4 de junio de 2005. Puede reproducirse o citarse libremente, diciendo el nombre de la autora)
NOTA PERSONAL.
Para mi Primera Comunión, con siete años, elegí por mí mismo una invocación que decía: “Que yo esté en Vos, Señor, y Vos en mí”.
Pocos años después, con nueve o diez, jugando en el suelo con una tartana de lata con su mulo, me di cuenta de que ansiaba algo que fuera Uno y que valiera por todo, para que no tuvieran que dispersarse mi atención ni mis sentimientos.
Entonces deseé imaginar cuál podía ser el juguete perfecto, que sería el objeto único de mi atención, a la vez que me daba cuenta de lo imposible que podía resultar encontrarlo.
Con diecinueve años, una noche en la playa de Torremolinos, descubrí el amor al amor en un beso a una muchacha.
Cuando todo terminó, al día siguiente, decidí que el amor sería el sentido de mi vida.
PRESUPUESTO METODOLÓGICO
Es posible reconocer que ciertas dimensiones del pensamiento entendido como “lo que se piensa”, proceden de la realidad del pensamiento mismo, entendido como “lo que piensa”, que resulta ser una parte de la realidad destinada a la contemplación y entendimiento de la realidad.
Definiré la palabra realidad, en el sentido en que la uso en este texto, antes de seguir: Por realidad quiero decir todo lo que somos y nos envuelve y más agudamente, realidad es tanto lo que nos constituye como sujeto del pensamiento como lo que percibimos como objeto del pensamiento.
Frecuentemente, pensamiento y realidad se han contrapuesto como sujeto y objeto, hasta el punto de examinar las propiedades del pensamiento por un lado y las de la realidad por otro; pero si el pensamiento es una parte de la realidad, algunas de sus propiedades deben remitir a las de la realidad, en general.
No es decir que la realidad sea pensamiento, según la formulación idealista; es decir, más sencillamente, que, si el pensamiento es parte de la realidad, ciertas formas con las que empezamos a pensar deben ser consecuencia o corresponder a las estructuras de la realidad.
Sin embargo, no somos conscientes de todas las inferencias que tendría la posibilidad de que correspondan, tan fuertes como la necesidad del aire que respiramos.
EL SENTIDO
Creo que hay por lo menos dos supuestos o postulados del pensamiento que pueden conmovernos si consideramos que traducen la realidad:
El primero es que pensamos porque suponemos que pensar tiene sentido; de aquí se infiere que suponemos que la realidad sobre la que pensamos tiene sentido o que no es un conjunto caótico.
El postulado del sentido está vinculado a lo que se puede llamar la economía del pensamiento. El pensamiento es un trabajo que se realiza, lo diré con humor involuntario, con medios escasos; requiere un esfuerzo y para realizarlo se tiene que postular que ese esfuerzo tenga sentido, es decir que conduzca a algo que no se tenía al principio y que se tiene después: un conocimiento.Como hecho de la economía del pensamiento (optimizadora del rendimiento de los medios limitados de que disponemos), ponerse a pensar, realizar el considerable esfuerzo de pensar, postula que este trabajo tenga sentido, porque si no lo tuviere, no valdría la pena realizar ese esfuerzo.
Pero para que el pensamiento tenga sentido, debe postularse también que la realidad lo tenga, aunque sea en otra acepción de la palabra, compatible desde luego con la primera, que se concretaría en que esta realidad, a menudo dolorosa, conduzca a un estado que tenga sentido lógico para el pensamiento, lo que sólo puede ser ir de un menos a un más.
Pero todavía más fuertemente, si nuestro pensamiento, convertido en acción consciente, trabaja por acomodar la realidad a nuestra voluntad, es porque presuponemos que hay esa posibilidad y por tanto que tiene ese sentido, más allá de sus dificultades, peligros, dolores y contradicciones.
LA UNIDAD
El segundo postulado del pensamiento está en la unidad del objeto del pensamiento, la realidad. Al pensar se presupone que todo lo que observamos está unido, coherente, que no está sujeto tampoco al caos de la dispersión, porque si lo fuera, también nuestro pensamiento se quedaría roto, disperso, sin posibilidades de unificación, incoherente.
Si nuestro pensamiento no fuera unificado, sería incoherente; estaría compuesto por fragmentos dispersos, menores o mayores, pero más o menos inconciliables. No podríamos hablar: nuestras expresiones estarían rotas, serían absurdas. Es decir, en pocas palabras: no existiría el pensamiento ni la expresión.
Pero la unidad del pensamiento corresponde a la unidad de la realidad. Si nuestro pensamiento es coherente, si nos permite avanzar en el conocimiento de la realidad, es por que ésta es coherente, está unida, y el pensamiento que forma parte de de ella, como la función que consiste en su conocimiento, es también coherente y unida.
Si no lo fuera, el pensamiento tendría que dispersarse en mil direcciones y sus hilos quedarían incomunicados e incomunicables para el mismo sujeto que los piensa, que así se vería amenazado por una especie de esquizofrenia, que es precisamente lo que más podemos temer como sujetos del pensamiento, el extravío, la incoherencia, la aparición ante nuestros ojos de un mundo discordante e incomprensible.
Pero como la realidad es una, ¿hay manera de ver su unidad de manera que sea posible reposar en ella de la diversidad agotadora y de la dispersión?
Si la realidad fuera una, pero no pudiéramos verla unida, estaríamos obligados a que continuamente aparecieran ante nuestra atención objetos particulares diversos, ninguno de los cuales merecería que le entregásemos por siempre nuestra mirada, por simple cansancio de él o por el temor de que nos estuviésemos perdiendo algo presente en otro objeto.
La visión de la unidad, de ser posible, será la única en que tal objeto, siendo uno solo, lo es todo, vale por todo o todo se puede ver en él mirándolo a él.
De hecho, presuponemos por lógica que la realidad es coherente y debe formar una unidad más allá de la pluralidad de las realidades que nos parecen fragmentarias o contradictorias, porque continuamente nos esforzamos en elaborar síntesis parciales o uniones de lo que observamos, y a medida que las elaboramos vamos teniendo la sensación de que vamos entendiendo la multiplicidad de la realidad.
Avanzamos en nuestro pensamiento cuando elaboramos síntesis de síntesis, lo que significa que presuponemos que toda la realidad es una.
Porque la unidad de la realidad requiere que en este gran vórtice unificador se vaya absorbiendo todo. No serán sólo las teorías físicas las que se verán un día unificadas; el hambre de unidad propia del pensamiento no descansará hasta que vea la unidad de toda la realidad: la de la razón y la de la intuición, la de lo subjetivo y la de lo objetivo… todo lo que hoy aparece escindido como por tabiques infranqueables, algún día dejará ver su unidad secreta.
Insistiré en que no podemos pensar, sin que nuestro pensamiento esté unificado, como sujeto que somos, y sin presuponer la unidad de lo que pensamos, como objeto que pensamos. Son dos aspectos distintos de la misma realidad.
Por tanto este método mío consiste en observar lo que el pensamiento nos dice de la realidad sobre la que actúa; no quiero referirme a lo que los pensamientos nos dicen de sus objetos, sino a que el hecho de pensar, que es una parte de la realidad, nos informa sobre el conjunto de la realidad.
LA PRUEBA DE LA VERDAD
Todo lo dicho se fundamenta en la hipótesis de una correlación entre el pensamiento y la realidad o más bien entre las propiedades del pensamiento y las de la realidad.
¿Pero es posible comprobar tal hipótesis de la correlación?
Cuando ya no miramos las propiedades, sino en general el hecho de pensar por un lado y el resto de la realidad por otro, a la correlación entre uno y otra la llamamos verdad.
Pero, seguimos sin demostrar la hipótesis: ¿existe tal correlación profunda, existe la verdad?
Volvamos a las propiedades: el pensamiento tiene la propiedad de necesitar la verdad, incluso para sobrevivir; literalmente, un error puede ser mortal. Al decir esto, damos un salto de la teoría a la práctica, que es la prueba que buscábamos.
Por tanto, la realidad como conjunto que incluye el pensamiento, debe tener la propiedad de que esta correlación exista, de que exista la verdad.
El salto de la teoría a la práctica elimina cualquier sospecha de tautología en este sistema pensamiento-conjunto de la realidad, propiedades del pensamiento (necesidad de la verdad) – propiedades del conjunto de la realidad (existencia de la verdad)
Por tanto, estamos comprobando que los postulados de sentido y de unidad son verdad.
Publicada la primera versión, con el título de “Crítica de la crítica”, en el blog “Politically Incorrect”, el 4 de junio de 2005. Puede reproducirse o citarse libremente, diciendo el nombre de la autora)
NOTA PERSONAL.
Para mi Primera Comunión, con siete años, elegí por mí mismo una invocación que decía: “Que yo esté en Vos, Señor, y Vos en mí”.
Pocos años después, con nueve o diez, jugando en el suelo con una tartana de lata con su mulo, me di cuenta de que ansiaba algo que fuera Uno y que valiera por todo, para que no tuvieran que dispersarse mi atención ni mis sentimientos.
Entonces deseé imaginar cuál podía ser el juguete perfecto, que sería el objeto único de mi atención, a la vez que me daba cuenta de lo imposible que podía resultar encontrarlo.
Con diecinueve años, una noche en la playa de Torremolinos, descubrí el amor al amor en un beso a una muchacha.
Cuando todo terminó, al día siguiente, decidí que el amor sería el sentido de mi vida.
PRESUPUESTO METODOLÓGICO
Es posible reconocer que ciertas dimensiones del pensamiento entendido como “lo que se piensa”, proceden de la realidad del pensamiento mismo, entendido como “lo que piensa”, que resulta ser una parte de la realidad destinada a la contemplación y entendimiento de la realidad.
Definiré la palabra realidad, en el sentido en que la uso en este texto, antes de seguir: Por realidad quiero decir todo lo que somos y nos envuelve y más agudamente, realidad es tanto lo que nos constituye como sujeto del pensamiento como lo que percibimos como objeto del pensamiento.
Frecuentemente, pensamiento y realidad se han contrapuesto como sujeto y objeto, hasta el punto de examinar las propiedades del pensamiento por un lado y las de la realidad por otro; pero si el pensamiento es una parte de la realidad, algunas de sus propiedades deben remitir a las de la realidad, en general.
No es decir que la realidad sea pensamiento, según la formulación idealista; es decir, más sencillamente, que, si el pensamiento es parte de la realidad, ciertas formas con las que empezamos a pensar deben ser consecuencia o corresponder a las estructuras de la realidad.
Sin embargo, no somos conscientes de todas las inferencias que tendría la posibilidad de que correspondan, tan fuertes como la necesidad del aire que respiramos.
EL SENTIDO
Creo que hay por lo menos dos supuestos o postulados del pensamiento que pueden conmovernos si consideramos que traducen la realidad:
El primero es que pensamos porque suponemos que pensar tiene sentido; de aquí se infiere que suponemos que la realidad sobre la que pensamos tiene sentido o que no es un conjunto caótico.
El postulado del sentido está vinculado a lo que se puede llamar la economía del pensamiento. El pensamiento es un trabajo que se realiza, lo diré con humor involuntario, con medios escasos; requiere un esfuerzo y para realizarlo se tiene que postular que ese esfuerzo tenga sentido, es decir que conduzca a algo que no se tenía al principio y que se tiene después: un conocimiento.Como hecho de la economía del pensamiento (optimizadora del rendimiento de los medios limitados de que disponemos), ponerse a pensar, realizar el considerable esfuerzo de pensar, postula que este trabajo tenga sentido, porque si no lo tuviere, no valdría la pena realizar ese esfuerzo.
Pero para que el pensamiento tenga sentido, debe postularse también que la realidad lo tenga, aunque sea en otra acepción de la palabra, compatible desde luego con la primera, que se concretaría en que esta realidad, a menudo dolorosa, conduzca a un estado que tenga sentido lógico para el pensamiento, lo que sólo puede ser ir de un menos a un más.
Pero todavía más fuertemente, si nuestro pensamiento, convertido en acción consciente, trabaja por acomodar la realidad a nuestra voluntad, es porque presuponemos que hay esa posibilidad y por tanto que tiene ese sentido, más allá de sus dificultades, peligros, dolores y contradicciones.
LA UNIDAD
El segundo postulado del pensamiento está en la unidad del objeto del pensamiento, la realidad. Al pensar se presupone que todo lo que observamos está unido, coherente, que no está sujeto tampoco al caos de la dispersión, porque si lo fuera, también nuestro pensamiento se quedaría roto, disperso, sin posibilidades de unificación, incoherente.
Si nuestro pensamiento no fuera unificado, sería incoherente; estaría compuesto por fragmentos dispersos, menores o mayores, pero más o menos inconciliables. No podríamos hablar: nuestras expresiones estarían rotas, serían absurdas. Es decir, en pocas palabras: no existiría el pensamiento ni la expresión.
Pero la unidad del pensamiento corresponde a la unidad de la realidad. Si nuestro pensamiento es coherente, si nos permite avanzar en el conocimiento de la realidad, es por que ésta es coherente, está unida, y el pensamiento que forma parte de de ella, como la función que consiste en su conocimiento, es también coherente y unida.
Si no lo fuera, el pensamiento tendría que dispersarse en mil direcciones y sus hilos quedarían incomunicados e incomunicables para el mismo sujeto que los piensa, que así se vería amenazado por una especie de esquizofrenia, que es precisamente lo que más podemos temer como sujetos del pensamiento, el extravío, la incoherencia, la aparición ante nuestros ojos de un mundo discordante e incomprensible.
Pero como la realidad es una, ¿hay manera de ver su unidad de manera que sea posible reposar en ella de la diversidad agotadora y de la dispersión?
Si la realidad fuera una, pero no pudiéramos verla unida, estaríamos obligados a que continuamente aparecieran ante nuestra atención objetos particulares diversos, ninguno de los cuales merecería que le entregásemos por siempre nuestra mirada, por simple cansancio de él o por el temor de que nos estuviésemos perdiendo algo presente en otro objeto.
La visión de la unidad, de ser posible, será la única en que tal objeto, siendo uno solo, lo es todo, vale por todo o todo se puede ver en él mirándolo a él.
De hecho, presuponemos por lógica que la realidad es coherente y debe formar una unidad más allá de la pluralidad de las realidades que nos parecen fragmentarias o contradictorias, porque continuamente nos esforzamos en elaborar síntesis parciales o uniones de lo que observamos, y a medida que las elaboramos vamos teniendo la sensación de que vamos entendiendo la multiplicidad de la realidad.
Avanzamos en nuestro pensamiento cuando elaboramos síntesis de síntesis, lo que significa que presuponemos que toda la realidad es una.
Porque la unidad de la realidad requiere que en este gran vórtice unificador se vaya absorbiendo todo. No serán sólo las teorías físicas las que se verán un día unificadas; el hambre de unidad propia del pensamiento no descansará hasta que vea la unidad de toda la realidad: la de la razón y la de la intuición, la de lo subjetivo y la de lo objetivo… todo lo que hoy aparece escindido como por tabiques infranqueables, algún día dejará ver su unidad secreta.
Insistiré en que no podemos pensar, sin que nuestro pensamiento esté unificado, como sujeto que somos, y sin presuponer la unidad de lo que pensamos, como objeto que pensamos. Son dos aspectos distintos de la misma realidad.
Por tanto este método mío consiste en observar lo que el pensamiento nos dice de la realidad sobre la que actúa; no quiero referirme a lo que los pensamientos nos dicen de sus objetos, sino a que el hecho de pensar, que es una parte de la realidad, nos informa sobre el conjunto de la realidad.
LA PRUEBA DE LA VERDAD
Todo lo dicho se fundamenta en la hipótesis de una correlación entre el pensamiento y la realidad o más bien entre las propiedades del pensamiento y las de la realidad.
¿Pero es posible comprobar tal hipótesis de la correlación?
Cuando ya no miramos las propiedades, sino en general el hecho de pensar por un lado y el resto de la realidad por otro, a la correlación entre uno y otra la llamamos verdad.
Pero, seguimos sin demostrar la hipótesis: ¿existe tal correlación profunda, existe la verdad?
Volvamos a las propiedades: el pensamiento tiene la propiedad de necesitar la verdad, incluso para sobrevivir; literalmente, un error puede ser mortal. Al decir esto, damos un salto de la teoría a la práctica, que es la prueba que buscábamos.
Por tanto, la realidad como conjunto que incluye el pensamiento, debe tener la propiedad de que esta correlación exista, de que exista la verdad.
El salto de la teoría a la práctica elimina cualquier sospecha de tautología en este sistema pensamiento-conjunto de la realidad, propiedades del pensamiento (necesidad de la verdad) – propiedades del conjunto de la realidad (existencia de la verdad)
Por tanto, estamos comprobando que los postulados de sentido y de unidad son verdad.