Filosofía mística - Kim Pérez

sábado, febrero 17, 2007

Hoy es 17 de febrero




Las horas de hoy son las del 17 de febrero.
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Tal día como hoy, Giordano Bruno tuvo que ver las horas de un amanecer, las de su traslado a la hoguera y las de su tormento en el fuego por haber afirmado que la religiosidad puede y debe fundarse en la racionalidad.

Éste es el propósito de esta página, mostrar que el único lenguaje universal, el de la razón, puede llegar hasta las inmediaciones del Dios único, sentido de la realidad, único para tener sentido, para lo que es posible alimentarse de todas las religiones, pero sin dejar de someter todo lo que dicen a la crìtica racional y a la libre discusión.

Agradezco a Francisco José Martín su espléndido artículo, publicado hoy, sobre esta efemérides.

A Giordano Bruno, y a Dios en cuya mente le supongo vivo, para que su existencia y su tormento tengan sentido, le digo: Dios mío, Giordano, bendecidme y ayudadme en este seguimiento de lo que uno y otro empezásteis, si así debe ser.
Amén.

viernes, febrero 16, 2007

Yo transcendente





Santa Teresa dice que en el Castillo Interior, según se va entrando,cuando se llega a la morada del centro -la primera vez que lo leí esperaba que dijera que está la mayor pureza de mí, mi mismidad, yo- está Dios (no estoy yo)

La Escuela Védica afirma que más allá de lo que llamo pequeñamente yo, que es lo que conozco al pronto, o más profundamente, estoy yo, la subjetividad de los mundos. (Y, deduzco, distinta de ellos, en cuanto que ellos son su aspecto objetivo, mientras que yo soy su aspecto subjetivo)

Ésta es la subjetividad transcendente de la que hablo, que cada uno debe buscar dentro de sí y no fuera, mediante la atención y determinados ejercicios prácticos para mantenerla.

Supongo que la prueba de que se está llegando a ella puede estar en lo siguiente:

En el estado habitual de la conciencia, me refiero a mí diciendo yo y a Dios diciendo Él. Es posible que si todo esto es verdad, llegue a referirme a Dios diciendo Yo y a mí diciendo él.

viernes, febrero 09, 2007

El sentido del yo




La experiencia humana más fundamental es la de un Yo o Espacio Interior. Se trata de la intuición directa de una realidad, no de un concepto racional, y por tanto el análisis filosófico de lo que soy Yo puede hacerse sólo fenoménicamente.

La siguiente experiencia, igualmente intuitiva, pero fundada en este caso en dos intuiciones, es la de que yo soy yo, que también se puede formular como que yo estoy aquí, cuando durante milenios no he estado y durante milenios no estaré.

Al analizar esta frase, se puede ver que en ella hay una constatación basada en la intuición del Espacio Interior y en la del Espacio Exterior (yo estoy aquí) y una deducción de otros supuestos (ni he estado ni estaré)

Sería suficiente con que esta constatación de una realidad interior se hubiera repetido y se repita continuamente, diciéndome que yo soy yo, independientemente de cualquier determinación exterior, para que la segunda parte cambiase.

Pero la primera aún conservaría una especificidad: me hace diferente de todo lo demás y todos lo demás. No sólo yo soy yo, sino que sólo yo soy yo.

Una realidad aparentemente tan pequeña y efímera, se contrapone al resto de la realidad, incluyendo en ese resto a las más grandes o más altas. Extraña simetría.
Y si sólo yo, que escribo, soy yo, cualuiera que me lea y piense en la palabra yo, también podrá decir que yo soy yo. Pero la palabra yo tiene significados
esencialmente distintos cuando se refiere a mí o a otra persona que diga lo mismo de sí misma.

Todas estas intuiciones singulares plantean la extrañeza y la pregunta por su sentido. Especialmente golpea a la inteligencia la constatación de la desmesurada diferencia entre el Espacio Interior y el Exterior.

Pero si Interioridad y Exterioridad no estuvieran contrapuestas, sino estructuradas, empieza a vislumbrarse la lógica de su relación, como dos aspectos complementarios de la misma realidad. Sólo que sigue intrigando la pequeñez de la conciencia humana, forma de la Interioridad, frente a la inmensidad y pluralidad casi infinita de la Exterioridad.

La paradoja se resolvería si la conciencia fuera sólo una parte ínfima de la Interioridad, que estaría formada también por dimensiones que la sobrepasarían de tal modo que tienen que serle inconscientes, por no poder soportarlas.

Este razonamiento se acerca así a la noción de Dios, quien ya se sabe que es inaccesible como Exterioridad. Lo que llamamos Dios no es objeto, no es objetivo, no es observable.

Pero la falta radical de certeza objetiva de Dios, va acompañada por la constatación de tantos hechos que escapan a la decisión humana, como nuestra presencia en un universo regido por las leyes de la lógica, o nuestra llegada a él, o nuestra salida de él, o las infinitas formas de horror que nos pueden amenazar.

Frente a esa impotencia de nuestra limitada conciencia, que también requiere un sentido, se alza la posibilidad de que Dios esté en nuestra Interioridad, sea una forma inconsciente para nuestra conciencia oculta en nuestro Espacio Interior.

De hecho, una de las paradojas que acompañan al Espacio Interior es que, por definición, no es observable objetivamente, pese a que es la realidad más presente para cada ser humano. Disponemos de telescopios para ver el espacio exterior macroscópico y microscópico para adentrarnos en el espacio exterior en su extrema pequeñez, pero no tenemos ni podemos tener instrumentos para ver diractamente el Espacio Interior (sólo, indirectamente, sus acompañamientos exteriores)

En lo más profundo de cada yo puede estar Dios, realidad perceptible sólo subjetivamente.