Una conversación
¿Por dónde vas? ¿Cómo te guías?
Dices que procuras hacer lo razonable, pero parece que significas que, en el hundimiento de las referencias, sólo te queda eso.
Sin embargo, creo que no has podido decir nada más grande y más fuerte.
La razón es la única ley que está por encima de los humanos, la que sabemos que moralmente debemos obedecer, nos guste o no. Sentimos la presión de la razón, brillando tenue o fuertemente en nuestra mente y comprendemos que seria absurdo hacer algo distinto de lo que vemos.
Incluso, cuando a veces tomamos decisiones aparentemente irracionales, solemos hacerlo en función de una razón superior. Hay distintos planos de razón que pueden dirigir nuestros actos y cada vez que nos elevamos de plano tomamos en consideración datos que no habíamos considerado en el anterior y su correlación.
La posición de la razón por encima de la voluntad humana la hace divina o sagrada, en todo caso realmente sobrehumana, aunque no hay nada más humano que descubrirla y obedecerla.
Pero tenemos que verla, lo que no siempre es inmediato ni automático. En este empeño, nos deslumbran a veces ciertas formulaciones como si fueran la misma voz de la razón objetiva, olvidando que son inciertas formulaciones humanas. Entonces las convertimos en leyes absolutas y sacralizamos, no la razón, sino nuestras fórmulas de lo razonable.
Éste es el error en que cae el iusnaturalismo de tradición aristotélica, tal como lo expone el Magisterio católico, cuya voz es tan sonora en nuestra cultura, para los que la siguen y para los que la denigran. Suele prescindir de un dato que enunció el mismo Jesús de Nazaret: "No está el hombre hecho para el Sábado" -es decir para la Ley- "sino el Sábado para el hombre", Por ejemplo, podemos elaborar una fórmula de apariencia racional que diga "el matrimonio debe ser entre hombre y mujer" y pretender que esta fórmula tenga valor no general, sino universal, es decir, que el hombre esté hecho para este sábado.
Pero si se repara en las disfuncionalidades que tal fórmula tendría para los homosexuales y para sus hipotéticas parejas heterosexuales, se advierte que la razón universalizada que está por encima de hombres, animales, plantas y peñas, cielos y mares, debe proveer un sábado que sirva al hombre y no al revés.