Lógica de la Religión
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¿Por qué los antiguos pensaban que la fe en Dios era lo más lógico?
¿Por qué después algunos pensaron que era imposible que Dios existiera?
¿Cuáles son las consecuencias de no creer en Dios?
¿Por qué en el siglo XXI vuelve a ser lógica la fe en Dios?
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Razonamientos sobre la Lógica
En Grecia, el descubrimiento de las Matemáticas enseñó que hay relaciones necesarias entre las cantidades. Si los lados de un triángulo rectangulo miden a, b y c, entonces es necesario que a2 + b2 = c2
Esto acostumbró a las mentes a que hay realidades invisibles, pero necesarias, como esa igualdad, y todas las otras que componen las Matemáticas.
Pasando de las relaciones entre cantidades a otras distintas, se descubrió que también existen relaciones necesarias entre otras realidades y entonces, estas relaciones fueron llamadas Razón o Lógica.
Un ejemplo de relación lógica es la siguiente: Si una cosa A es igual a otra B, y B es igual a otra C, entonces A es igual a C. O si A es causa de B y B es causa de C, entonces A es causa de C.
Una vez habituada a la Lógica, la mente no ve las realidades como casuales e inconexas, sino conectadas por una red de relaciones invisibles, La verdad de esta suposición la confirma la Ciencia, que consiste en ver esa red y sobre todo la Técnica, que lleva la red de relaciones invisibles a la práctica. Cada vez que encendemos un televisor y funciona, se confirman las relaciones entre todos los componentes de la televisión.
Con la Lógica se entra en un mundo en el que todo es necesario e independiente de nuestra voluntad hasta tal punto que no podemos hacer que lo que es lógico no lo sea o que lo que no es lógico, lo sea. Esto lo saben muy bien, si hacen bien su trabajo, los policías que buscan al causante de un crimen; les guste o no, tienen que inculpar a alguien por lógica o exculpar a otro, también por lógica; las relaciones lógicas de causa y efecto son las más estudiadas por los científicos y los técnicos en general.
Pero es necesario distinguir entre Razón y razonamiento. La primera palabra se refiere a las relaciones necesarias que existen en la realidad; la segunda al esfuerzo humano por descubrirlas; las primeras, como necesarias, no pueden faltar; están entre todo lo que existe, son; las segundas, pueden fallar con demasiada frecuencia. La Razón es sobrehumana; el razonamiento es humano.
Razonamientos antiguos sobre la existencia de Dios
¿Con qué razonamientos llegaban los antiguos a Dios?
La primera prueba lógica de la existencia de Dios se hizo sobre la base de la serie de causas y efectos. El razonamiento es el siguiente: si partimos de un hecho cualquiera, tendrá una causa; esta causa tendrá otra causa, y así sucesivamente; esto podría ser una serie infinita de causas, a no ser que hubiera una causa primera, que sería la causa de todo.
Este razonamiento parece ser correcto, pero no lo es. Alude a un número de causas. Las Matemáticas nos hacen ver que toda serie de números tiene un origen, aunque no tiene un final.
Con números, se puede decir que el hecho 4 habrá sido causado por el hecho 3, éste por el hecho 2, éste por el hecho 1 y éste por el hecho 0.
El 0 es el origen de todas las series, positivas y negativas, y tiene propiedades singulares. El 0 no es la nada. Es un vacío, pero está ahí, existe como vacío o hueco, y debe ser tenido en cuenta para contar correctamente hacia delante y hacia atrás. Es una relación pura, algo que no es materia, pero tiene que ver con el contexto propio de la materia.
Por eso, el razonamiento que se ha hecho sobre Dios como causa primera es incorrecto. Se demuestra con este razonamiento que debe hacer un punto 0 de toda la serie de los hechos, pero no se demuestra que el punto 0 sea Dios, puesto que es un vacío.
Otro razonamiento que se hizo durante la Edad Media y la Moderna fue el del argumento ontologico, cavilado por San Anselmo de Canterbury y seguido por Descartes.
Se enuncia así: Si Dios es la Perfección, la Perfección incluye la Existencia, porque una perfección que no existiera no sería perfección; luego Dios existe.
Creo que al pensarlo, se tiene la inquieta sensación de que algo está jugando con nuestra mente, como se juega en las paradojas lógicas, que requieren un análisis más profundo.
En este caso, me parece que el juego está en la frase primera, que incluye un condicional, “si”, como conclusión de un razonamiento que incluye el concepto de perfección; pero no todos los razonamientos corresponden a la realidad, puesto que hay razonamientos erróneos. Si la realidad fuera como se dice, el razonamiento sería verdadero; pero puede no serlo. Nos movemos en el campo de los pensamientos, no en el de las realidades; y en el de los juegos lingüísticos; la conclusión debería exponerse en condicional, “existiría”, no en indicativo, “existe”, aunque éste es mucho más impresionante.
Razonamientos modernos sobre la no existencia de Dios
El fracaso de estos razonamientos, preparó el terreno para otro completamente contrario: el que pretende demostrar que Dios no existe. Pero fue también primitivo y superficial, puesto que no tenía en cuenta descubrimientos anteriores.
El postulado de partida es el materialismo. Sólo existe la materia. La materia es objetiva, observable, registrable, medible. Es el objeto de la ciencia y su conocimiento ofrece una seguridad que no se encuentra en las especulaciones llamadas metafísicas que versan sobre lo que pueda estar más allá de la física, es decir, de la materia.
La ciencia es comprobable, y las especulaciones metafísicas son incomprobables, afirma el materialismo. Por tanto, para movernos entre certezas, tomemos sólo en cuenta las realidades materiales, lo medible.
(Materia se puede entender, en el sentido de Einstein, también como energía, puesto que una se transforma en otra y viceversa, y ambas se pueden observar y medir)
Este razonamiento es tan simple y aparentemente tan convincente que la mayoría de los científicos y de los técnicos, incluyendo los médicos, de los siglos XVIII y XIX se fueron haciendo materialistas y por tanto ateos. El prestigio de una ciencia que en esos momentos empezó un desarrollo inmenso y encontró continuamente aplicaciones técnicas para transformar radicalmente la vida humana, extendió el ateísmo entre la población.
Razonamientos postmodernos sobre las Matemáticas y la materia
Sin embargo, hay un dato, conocido desde Pitágoras, que impide que este razonamiento sea correcto. Es el hecho de que las Matemáticas organizan la materia.
Las Matemáticas no son por tanto un simple producto del entendimiento humano. Existen, independientemente de que haya humanos para entenderlas. Incluso los humanos existimos porque existen las Matemáticas.
Por tanto, los hombres las descubrimos, no las inventamos. Pitágoras descubrió que las Matemáticas rigen la Música y la Armonía, o unidad en la diversidad. En la Modernidad, Galileo Galilei expresó una hipótesis en la misma línea: la Física habla en lenguaje matemático y Newton la confirmó al descubrir la primera fórmula matemática que mide y describe un fenómeno físico, la Ley de la Gravedad. Los físicos han seguido este camino utilísimo, aplicando las Matemáticas para enunciar sus descubrimientos, como lo hizo Einstein y también Heisenberg, al utilizar el Cálculo de Probabilidades.
El corolario de estos hechos es el siguiente: las Matemáticas rigen la materia, la organizan, mandan sobre ella. Desde el momento en que empezó a existir la materia, tuvo que obedecer a las reglas matemáticas, a la razón. Esto significa que no sólo existe la materia, sino esas reglas que mandan en ella y que son distintas de ella.
Esto debe ser precisado. Al observar la materia, por ejemplo, la de las celdillas de los panales, observamos que son hexagonoidales.
Este hecho es uno de los que confirman, ante los ojos de todos los que tengamos una preparación elemental en Geometría, que las Matemáticas son anteriores e independientes del entendimiento de los hombres.
Pero hablando con precisión, no se observan hexágonos, figuras formadas por seis rectas, sino hexagonoides, figuras formadas por seis paredes más o menos rectas.
Dicho con otras palabras, tienden a la forma del hexágono, pero no llegan a su perfección. Analicemos estas dos frases.
La primera: Tienden a la forma del hexágono, o del prisma hexagonal, porque esta figura tiene una propiedad matemática: es la que permite mayores superficies (o volúmenes) con menores perímetros uniéndolas en red.
O sea: permiten la máxima economía de esfuerzo y de materia (cera) al llevarlas a la práctica de la construcción de un panal.
La segunda: No llegan a la perfección del hexágono, porque ningún hexágono es materializable. Un hexágono (regular, el modelo de las celdillas) se define como una figura formada por seis líneas o distancias perfectamente iguales que forman entre sí ángulos exactamente de 30º. Esta relación de distancias y ángulos se puede pensar, pero no se puede materializar. No se puede dibujar, porque el dibujo de una línea no es una línea, sino que tiene un ancho. Humanamente (o en el mundo de las abejas) no se puede materializar una distancia que no tenga ancho y que sea exactamente igual a otras cinco distancias, sin que se diferencie ni una micra, ni una millonésima de micra.
Conclusión: Existe algo que se puede pensar pero que no se puede materializar, que organiza la realidad material, la cual intenta acercarse a ello pero sin conseguirlo del todo.
Dicho de otra manera: No existe sólo la materia.
Este hecho, que es el fundamento de la ciencia, aunque muchos científicos lo ignoren, legitima que se afirmen realidades sólo pensables, lo que tradicionalmente se llaman realidades espirituales, que son distintas de las realidades materiales y por encima de ellas, puesto que las atraen sin que las materiales puedan llegar del todo a ellas.
Esto lo vio Platón. Sobre el dintel de la puerta de su Academia puso “No entre aquí quien no sepa Geometría”, lo que coincide con la necesidad de saber los elementos de la Geometría para seguir este razonamiento.
Extendió sin embargo las Matemáticas a lo que llamó el Mundo de las Ideas, sin delimitarlo suficientemente, en lo que erró. Pero acertó al señalar la naturaleza tendencial de la materia hacia las formas puras, lo que después de él se llamó idealismo.
Noción aplicable a la vida humana en sentidos que superan a las Matemáticas. Por ejemplo, es pensable una Idea de la Justicia, definida como “dar a cada uno lo suyo”, como hicieron los romanos. La Justicia perfecta sería entonces dar a cada uno exactamente lo suyo, ni más ni menos. Pero esa equidad perfecta no se puede materializar más que aproximadamente, como saben los jueces y como sabemos los profesores al poner las notas.
Sin embargo, la Idea de Justicia nos atrae o tira de nosotros, jueces y juzgados. Un juez que haga bien su trabajo tenderá a dar una sentencia lo más justa posible. Y si no lo es, el reo o el estudiante reclamarán mayor justicia. La Edad Media sabía que la justicia humana, la material o de la Tierra, es siempre imperfecta y que sólo la del Cielo, la del Mundo de las Ideas, puede ser perfecta.
La existencia de una realidad pensable pero no materializada prueba la posibilidad de que exista Dios, pero no prueba que exista Dios.
Razonamientos postmodernos sobre la existencia de Dios en mi subjetividad
¿Cómo sería Dios, si existe? Podemos contestar negativamente. Ciertamente, no es material. No es un objeto detectable, medible, por tanto no puede tratar la Ciencia de Él, en lo que tienen razón los materialistas.
Pero existe otra realidad que tampoco se puede observar como objeto y que, sin embargo, es realísima: soy yo mismo, yo visto por dentro, mi realidad interior.
Lo que llamo yo, es también una realidad muy singular: en primer lugar, sólo yo soy yo, es decir, soy una realidad única. Quien me lee, también se llama yo, pero es en un sentido distinto, puesto que se refiere a él, no a mí.
Yo soy la única realidad que veo por dentro, como sujeto. Todas las otras realidades las veo por fuera, como objetos.
Lo mismo que ellos, en su intimidad, son inaccesibles para mí, yo soy inaccesible para ellos. Los instrumentos de que disponemos pueden ver las señales objetivas, externas, de la actividad mental, no ven la actividad mental en sí misma, no pueden ver mis pensamientos como yo los veo, ven excitación en distintas zonas del cerebro, que no es más que lo que yo veo en una sonrisa; veo una señal externa que no me permite saber lo que hay tras ella.
En una palabra: tenemos telescopios y microscopios, pero no tenemos introscopios, ni podemos tenerlos, porque esos instrumentos ven objetos del conocimiento, y yo soy sujeto del conocimiento.
Pues entonces: si Dios no es objeto, ¿será también sujeto?
Mi actividad como sujeto se limita en lo consciente al marco cercano a mi objetividad y a mi punto de vista material, espacial y temporalmente determinado.
Pero si Dios es un sujeto no materialmente determinado (o limitado), para ser Dios debería tener pleno conocimiento de mí; un sujeto distinto de mí y que sin embargo ve plenamente mi vida subjetiva. Estar dentro de mí sin ser yo, es precisamente la imagen de la presencia de Dios que formulan las religiones.
Con este razonamiento, se da un paso más. Ya no sólo se dice que es posible que Dios exista, sino que se dice cómo puede ser Dios y dónde se puede encontrarlo: en nuestro interior, inaccesible a todo instrumental.
¿Pero yo puedo encontrarlo y verlo dentro de mí mismo? La mística, común a todas las religiones, dice que sí. Santa Teresa de Jesús hace un relato de su experiencia, diciendo que, conforme profundizó en su interior, apartando las cáscaras de la imagen externa de sí misma, llegó a un punto central; en él cabría esperar que encontrase su realidad subjetiva pura, pero no: encontró el vacío de sí, y en él, a Dios.
La verdad de los místicos es subjetiva y por tanto, no se demuestra objetivamente. Pero proponen “haz lo que yo, a ver si ves lo que yo” . Aunque, para demostrar que no se trata de una simple alucinación, las experiencias místicas de las distintas religiones suelen ir acompañadas de fenómenos paranormales tales como la levitación u otros.
Nos hemos acercado racionalmente a Dios. Verlo dentro de mí, es otra cosa.
¿Cómo sería Dios, si existe? Podemos contestar negativamente. Ciertamente, no es material. No es un objeto detectable, medible, por tanto no puede tratar la Ciencia de Él, en lo que tienen razón los materialistas.
Pero existe otra realidad que tampoco se puede observar como objeto y que, sin embargo, es realísima: soy yo mismo, yo visto por dentro, mi realidad interior.
Lo que llamo yo, es también una realidad muy singular: en primer lugar, sólo yo soy yo, es decir, soy una realidad única. Quien me lee, también se llama yo, pero es en un sentido distinto, puesto que se refiere a él, no a mí.
Yo soy la única realidad que veo por dentro, como sujeto. Todas las otras realidades las veo por fuera, como objetos.
Lo mismo que ellos, en su intimidad, son inaccesibles para mí, yo soy inaccesible para ellos. Los instrumentos de que disponemos pueden ver las señales objetivas, externas, de la actividad mental, no ven la actividad mental en sí misma, no pueden ver mis pensamientos como yo los veo, ven excitación en distintas zonas del cerebro, que no es más que lo que yo veo en una sonrisa; veo una señal externa que no me permite saber lo que hay tras ella.
En una palabra: tenemos telescopios y microscopios, pero no tenemos introscopios, ni podemos tenerlos, porque esos instrumentos ven objetos del conocimiento, y yo soy sujeto del conocimiento.
Pues entonces: si Dios no es objeto, ¿será también sujeto?
Mi actividad como sujeto se limita en lo consciente al marco cercano a mi objetividad y a mi punto de vista material, espacial y temporalmente determinado.
Pero si Dios es un sujeto no materialmente determinado (o limitado), para ser Dios debería tener pleno conocimiento de mí; un sujeto distinto de mí y que sin embargo ve plenamente mi vida subjetiva. Estar dentro de mí sin ser yo, es precisamente la imagen de la presencia de Dios que formulan las religiones.
Con este razonamiento, se da un paso más. Ya no sólo se dice que es posible que Dios exista, sino que se dice cómo puede ser Dios y dónde se puede encontrarlo: en nuestro interior, inaccesible a todo instrumental.
¿Pero yo puedo encontrarlo y verlo dentro de mí mismo? La mística, común a todas las religiones, dice que sí. Santa Teresa de Jesús hace un relato de su experiencia, diciendo que, conforme profundizó en su interior, apartando las cáscaras de la imagen externa de sí misma, llegó a un punto central; en él cabría esperar que encontrase su realidad subjetiva pura, pero no: encontró el vacío de sí, y en él, a Dios.
La verdad de los místicos es subjetiva y por tanto, no se demuestra objetivamente. Pero proponen “haz lo que yo, a ver si ves lo que yo” . Aunque, para demostrar que no se trata de una simple alucinación, las experiencias místicas de las distintas religiones suelen ir acompañadas de fenómenos paranormales tales como la levitación u otros.
Nos hemos acercado racionalmente a Dios. Verlo dentro de mí, es otra cosa.
Consecuencias prácticas de la aceptación o no de la posibilidad de la existencia de Dios.
Hay un materialismo racionalista. Afirma que la materia es lo único que existe, pero reconoce que está sometida a la razón, aunque no saca todas las consecuencias de este hecho.
Es el caso del marxismo-leninismo, que se esfuerza en encontrar la lógica que rige la historia humana y en obedecerla. “Libertad es el reconocimiento de la necesidad”, dijo Lenin. De aquí deduce una ética racionalista que resulta impersonal, objetivista, antisubjetiva. No existe la consciencia de sí como realidad independiente, que será sólo un efecto de las condiciones objetivas de vida. El hombre particular debe ceder ante las grandes fuerzas de la historia y sólo puede elegir entre entenderlas para seguir conscientemente su curso, o seguir ignorándolas y dejarse arrastrar o hasta ser machacado por ellas.
Por eso, el marxismo leninismo ha tendido a tratar al hombre como simple materia, lo que lleva a considerarlo material de construcción, aprovechable o desechable según los casos, lo que autorizaría cualquier genocidio. No ve en él al sujeto único, todos son intercambiables. Pero si el marxismo leninism no fuera totalitario, si permitiera libertad de discusión, se podría partir de su respeto y obediencia a la razón para discutir lo que no es la razón, sino un razonamiento.
Más grave es por tanto el liberalismo, tanto el conservador como el que hoy inspira al socialismo, que pone al ser humano, sus deseos y sus consensos como único criterio del bien y del mal.
No; la vida humana debe obedecer a la razón, que está por encima de nuestra voluntad y es independiente de lo que nos guste o no nos guste.
De hecho la solemos obedecer, hasta masivamente, en nuestra vida particular, porque sabemos que actuar irracionalmente nos lleva al desastre.
La formación de cualquier ser humano es un entrenamiento para la racionalidad, que es la obediencia a lo lógico y razonable. Encontramos aquí uno de los motivos para preferir sin reflexión el liberalismo. Deja a la persona teóricamente dueña de sí misma. No tiene que obedecer a nada. Decide el bien y el mal, ha comido del fruto que nos hará como dioses. Libertad de costumbres, de diversión, de estímulos. Egocentrismo desmesurado.
No es grato para la rebeldía humana aceptar ninguna obediencia. Pero la razón nos supera, queramos o no. Tenemos que obedecer a la razón incluso para seguir vivos.
En cuestiones que superan lo personal, el liberalismo de derechas y de izquierdas razona afirmando los apetitos, no los razonamientos, como único criterio y confía en que los juegos de poder lleven a un equilibrio de unos y otros.
Nace de aquí una democracia sin límites racionales. Es verdad que normalmente funcionará, pero los equilibrios de poder fácticos, los consensos, las decisiones de la mayoría de la población podrán sder a veces criminales, y no habrá recursos conceptuales, dentro del sistema liberal, para denunciarlo.
Los hombres siempre hemos sabido que puede haber leyes injustas. No basta que una ley haya sido democráticamente aprobada para que sea justa. La justicia está por encima de las leyes, como se sabe en la tradición occidental desde que Sófocles escribió su “Antígona”.
El cristiano y el musulmán están más acostumbrados que el liberal a aceptar que existe una ley por encima de ellos. La filosofía aceptada por la Iglesia Católica habla incluso de una ley natural, “grabada en el corazón de todos los hombres”. Lo que está grabado en el corazón no son preceptos concretos, sino la manera de descubrirlos, mediante el razonamiento. También hay aspiraciones humanas que deben entrar en ese razonamiento: la necesidad de sentido, que es una necesidad subjetiva; cada uno y sólo cada uno podrá juzgar si la existencia tiene sentido para él y el sentido finalmente se justificará por un sentimiento; aspirar al sentido es aspirar al Paraíso y, por lo que dicen los místicos, éste debe consistir en la conciencia de la presencia divina en mí y en todo.