Ética y política de lo subjetivo
En sí, esta filosofía, al fundarse en la experiencia del propio pensamiento, es subjetivista, con lo que quiero decir que ve la realidad a partir de un sujeto que se convierte en la primera evidencia, la realidad de mí que pienso, siendo derivada la realidad objetiva, lo que pienso.
En esto, se diferencia de cualquier filosofía objetivista que afirme la realidad en general pero secundarice o incluso niegue al sujeto, en su especificidad y primacía respecto de lo que le es objeto.
La dualidad sujeto/objeto se construye en efecto a partir del descubrimiento o conciencia de sí como sujeto; mientras no se produce, no tiene sentido, la realidad es sólo lo que hay o se ve.
Incluso el idealismo es objetivista; la primera filosofía subjetiva es el cartesianismo, pero no toma conciencia de la especificidad del sujeto, de su intimidad, su interioridad, su intuición de sí, que lo diferencia de todo lo que ve como objeto externo, cuya interioridad le es a su vez inaccesible.
La práctica en sí de esta filosofía tiene un valor ético y político. Como filosofía que parte de la propia experiencia y razona crítica y libremente, se opone a cualquier dogmatismo o imposición que niegue la dialéctica o diálogo y discusión permanente con otros y consigo mismo; como subjetivista, niega y es negada por cualquier otra filosofía que sea sólo objetivista, lo que sólo se puede deber a la falta de conciencia de la fuerza de la realidad del sujeto.
La condición de pensamiento filosófico hace por tanto que esta posición se oponga a cualquier otra que sea acrítica y a la moral de la imposición; y su condición subjetivista la hace oponerse a cualquier ética sólo objetivista, que ignore la dignidad y la primacía del sujeto.
El requerimiento del sentido y la unidad de todo lo real viene de la experiencia del sujeto. Políticamente se configura así una actitud liberal, que se diferencia del liberalismo sólo economicista en que intuye el sentido y la unidad de todo lo que existe y se mueve para comprenderla y actuar en función de ella.
En esto, se diferencia de cualquier filosofía objetivista que afirme la realidad en general pero secundarice o incluso niegue al sujeto, en su especificidad y primacía respecto de lo que le es objeto.
La dualidad sujeto/objeto se construye en efecto a partir del descubrimiento o conciencia de sí como sujeto; mientras no se produce, no tiene sentido, la realidad es sólo lo que hay o se ve.
Incluso el idealismo es objetivista; la primera filosofía subjetiva es el cartesianismo, pero no toma conciencia de la especificidad del sujeto, de su intimidad, su interioridad, su intuición de sí, que lo diferencia de todo lo que ve como objeto externo, cuya interioridad le es a su vez inaccesible.
La práctica en sí de esta filosofía tiene un valor ético y político. Como filosofía que parte de la propia experiencia y razona crítica y libremente, se opone a cualquier dogmatismo o imposición que niegue la dialéctica o diálogo y discusión permanente con otros y consigo mismo; como subjetivista, niega y es negada por cualquier otra filosofía que sea sólo objetivista, lo que sólo se puede deber a la falta de conciencia de la fuerza de la realidad del sujeto.
La condición de pensamiento filosófico hace por tanto que esta posición se oponga a cualquier otra que sea acrítica y a la moral de la imposición; y su condición subjetivista la hace oponerse a cualquier ética sólo objetivista, que ignore la dignidad y la primacía del sujeto.
El requerimiento del sentido y la unidad de todo lo real viene de la experiencia del sujeto. Políticamente se configura así una actitud liberal, que se diferencia del liberalismo sólo economicista en que intuye el sentido y la unidad de todo lo que existe y se mueve para comprenderla y actuar en función de ella.
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