+
Por Kim Pérez
Pongo aquí una nueva versión de la "Filosofía del Uno", que recupera este fuerte nombre. He puesto en los "Presupuestos metodológicos" observaciones sobre el criterio de la práctica como prueba de la verdad, que consiste en saltar continuamente de lo teórico a lo empírico, y he añadido algunas consideraciones sobre las cualidades de ese sentido y unidad que perseguimos... que requerirán una comprobación empírica.
(El criterio de la práctica significa el paso de la hipótesis a la tesis)
De este artículo, publiqué la primera versión, con el título de “Crítica de la crítica”, en el blog “Politically Incorrect”, el 4 de junio de 2005 y en el blog “Filosofía del Uno”, ya con este mismo título, el 27 de agosto de 2006.
Sobre cualquier reproducción, que me honraría, diré que me ha parecido conveniente registrarlo para Copyright en 2006; pero creo que lo real y lo justo es que se pueda hacer uso de este texto, en todo o en parte, sólo mencionando el nombre de la autora, por lo que he preferido usar un Copyleft del tipo Attribution de Creative Commons, que prevé justamente esa libertad y ese único derecho de reconocimiento del trabajo)
Actualizado el 3 de abril de 2007
NOTA PERSONAL. Con siete años, como lema para mi Primera Comunión, elegí por mí mismo una jaculatoria que decía: “Que yo esté en Vos, Señor, y Vos en mí”.
Años después, con nueve o diez, jugando en el suelo con una tartana de lata con su mulo, me di cuenta de que ansiaba un juguete que fuera Uno y que valiera por todo, un centro del pensamiento en el que pudiera reposar mi pensamiento, para que no tuvieran que dispersarse mi atención ni mis sentimientos.
PRESUPUESTO METODOLÓGICO
Es posible reconocer que ciertas dimensiones del pensamiento entendido como “lo que se piensa”, proceden de la realidad del pensamiento mismo, entendido como “lo que piensa”, que resulta ser una parte de la realidad destinada a la contemplación y entendimiento de la realidad.
Definiré la palabra realidad, en el sentido en que la uso en este texto, antes de seguir: Por realidad quiero decir todo lo que somos y nos envuelve y más agudamente, realidad es tanto lo que nos constituye como sujeto del pensamiento como lo que percibimos como objeto del pensamiento.
Frecuentemente, pensamiento y realidad se han contrapuesto como sujeto y objeto, hasta el punto de examinar las propiedades del pensamiento por un lado y las de la realidad por otro; pero si el pensamiento es una parte de la realidad, algunas de sus propiedades deben remitir a las de la realidad, en general.
No es decir que la realidad sea pensamiento, según la formulación idealista; es decir, más sencillamente, que, si el pensamiento es parte de la realidad, ciertas formas con las que empezamos a pensar deben ser consecuencia o corresponder a las estructuras de la realidad.
Sin embargo, no somos conscientes de todas las inferencias que tendría la posibilidad de que correspondan, tan fuertes como la necesidad del aire que respiramos.
¿Pero es posible comprobar esta hipótesis de una correlación de la estructura de la realidad y la estructura del pensamiento, como parte de la realidad?
No estoy hablando de los contenidos del pensamiento, sino de sus condicionamientos reales previos. No me refiero a la "adecuación de la mente a la cosa", sino a la relación del hecho de pensar con las restantes cosas.
Uno de estos condicionamientos por lo menos relaciona fuertemente al pensamiento con la realidad de la que forma parte: necesita la verdad, incluso para sobrevivir; literalmente, un error puede ser mortal. Al decir esto, se da un salto de la teoría a la práctica, que es la prueba que buscábamos.
El salto de la teoría a la práctica elimina cualquier sospecha de tautología en este sistema de correspondencias del pensamiento con el conjunto de la realidad, porque las tautologías ocurren exclusivamente en el plano teórico.
Por tanto, el llamado criterio de la práctica pemite comprobar que los postulados de sentido y de unidad del pensamiento corresponden a la estructura de la realidad.
EL SENTIDO
Creo que hay por lo menos dos supuestos o postulados del pensamiento que pueden conmovernos si consideramos que traducen la realidad:
El primero es que pensamos porque suponemos que pensar tiene sentido; de aquí se infiere que suponemos que la realidad sobre la que pensamos tiene sentido o que no es un conjunto caótico.
El postulado del sentido está vinculado a lo que se puede llamar la economía del pensamiento. El pensamiento es un trabajo que se realiza, lo diré con humor involuntario, con medios escasos; requiere un esfuerzo y para realizarlo se tiene que postular que ese esfuerzo tenga sentido, es decir que conduzca a algo que no se tenía al principio y que se tiene después: un conocimiento.
Como hecho de la economía del pensamiento (optimizadora del rendimiento de los medios limitados de que disponemos), ponerse a pensar, realizar el considerable esfuerzo de pensar, postula que este trabajo tenga sentido, porque si no lo tuviere, no valdría la pena realizar ese esfuerzo.
Pero para que el pensamiento tenga sentido, debe postularse también que la realidad lo tenga, aunque sea en otra acepción de la palabra, que se concretaría en que esta realidad, a menudo dolorosa, conduzca a un estado que tenga sentido lógico para el pensamiento, lo que sólo puede ser ir de un menos a un más.
Pero todavía más fuertemente, si nuestro pensamiento, convertido en acción consciente, trabaja por acomodar la realidad a nuestra voluntad, es porque presuponemos que hay esa posibilidad y por tanto que la realidad tiene ese sentido, más allá de sus dificultades, peligros, dolores y contradicciones.
LA UNIDAD
El segundo postulado del pensamiento es la unidad del objeto del pensamiento, la realidad. Al pensar se presupone que todo lo que observamos está unido, coherente, que no está sujeto al caos de la dispersión, porque si lo estuviera, también nuestro pensamiento se quedaría roto, disperso, sin posibilidades de unificación, incoherente.
Si nuestro pensamiento no fuera unificado, sería incoherente; estaría compuesto por fragmentos dispersos, menores o mayores, pero más o menos inconciliables. No podríamos hablar: nuestras expresiones estarían rotas, serían absurdas. Es decir, en pocas palabras: no existiría el pensamiento ni la expresión.
Pero la unidad del pensamiento corresponde a la unidad de la realidad. Si nuestro pensamiento es coherente, si nos permite avanzar en el conocimiento de la realidad, es por que ésta es coherente, está unida, y el pensamiento que forma parte de de ella, como la función que consiste en su conocimiento, es también coherente y unida.
Si no lo fuera, el pensamiento tendría que dispersarse en mil direcciones y sus hilos quedarían incomunicados e incomunicables para el mismo sujeto que los piensa, que así se vería amenazado por una especie de esquizofrenia, que es precisamente lo que más podemos temer como sujetos del pensamiento, el extravío, la incoherencia, la aparición ante nuestros ojos de un mundo discordante e incomprensible.
Pero como la realidad es una, ¿hay manera de ver su unidad de manera que sea posible reposar en ella de la diversidad agotadora y de la dispersión?
Si la realidad fuera una, pero no pudiéramos verla unida, estaríamos obligados a que continuamente aparecieran ante nuestra atención objetos particulares diversos, ninguno de los cuales merecería que le entregásemos por siempre nuestra mirada, por simple cansancio de él o por el temor de que nos estuviésemos perdiendo algo presente en otro objeto.
La visión de la unidad, de ser posible, será la única en que tal objeto, siendo uno solo, lo es todo, vale por todo o todo se puede ver en él mirándolo a él.
De hecho, presuponemos por lógica que la realidad es coherente y debe formar una unidad más allá de la pluralidad de las realidades que nos parecen fragmentarias o contradictorias, porque continuamente nos esforzamos en elaborar síntesis parciales o uniones de lo que observamos, y a medida que las elaboramos vamos teniendo la sensación de que vamos entendiendo la multiplicidad de la realidad. Avanzamos en nuestro pensamiento cuando elaboramos síntesis de síntesis, lo que significa que presuponemos que toda la realidad es una.
Porque la unidad de la realidad requiere que en este gran vórtice unificador se vaya absorbiendo todo. No serán sólo las teorías físicas las que se verán un día unificadas; el hambre de unidad propia del pensamiento no descansará hasta que vea la unidad de toda la realidad: la de la razón y la de la intuición, la de lo subjetivo y la de lo objetivo… todo lo que hoy aparece escindido como por tabiques infranqueables, algún día dejará ver su unidad secreta.
Insistiré en que no podemos pensar, sin que nuestro pensamiento esté unificado, como sujeto que somos, y sin presuponer la unidad de lo que pensamos, como objeto que pensamos. Son dos aspectos distintos de la misma realidad.
Por tanto este método mío consiste en observar lo que el pensamiento nos dice de la realidad sobre la que actúa; no quiero referirme a lo que los pensamientos nos dicen de sus objetos, sino a que el hecho de pensar, que es una parte de la realidad, nos informa sobre el conjunto de la realidad.
Lo que la existencia del pensamiento dice de toda la realidad es que tiene su sentido en que es una. Si llamamos Dios a la unidad de la realidad que le da sentido, resulta que el nombre de Dios representa la cualidad más irrefutable de la realidad, que ha de tener sentido y ser una para poder ser pensada.
HIPÓTESIS SOBRE LAS PROPIEDADES DE LA UNIDAD
Hasta aquí he expuesto que la estructura del pensamiento pide sentido y unidad de la realidad y que, por ser el pensamiento parte de la realidad, eso indica que la realidad tiene sentido y unidad. Pero no he dicho nada sobre ese sentido y unidad.
Los he postulado como necesarios y pretendidos, como faltos en este acto, un hambre, pero no los he descrito como perceptibles para el pensamiento ni como su alimento.
En todo caso ya se ve el sentido que persigue el pensamiento: comprender y percibir la unidad en la que está todo, de manera que al ver cualquiera de las partes vea su unidad y al ver la unidad vea cualquiera de sus partes. Voluntad utópica pero irrenunciable para un pensamiento que empíricamente constatamos que quiere saberlo todo.
La unidad es distinta de lo que unifica, es una relación que se añade a los elementos unificados por lo que la unidad de toda la realidad tiene que ser la unión de los contrarios, una relación que está más allá del bien y del mal porque unifica al bien y el mal.
No puede haber distingos en esa relación, pero los hay en el pensamiento humano, para el que mientras no llegue a la experiencia de percibir la unión, será bueno lo que le acerque a ella y malo lo que le aleje.
La relación entre sujeto y objeto parece tener buenas perspectivas para ser la que unifique toda la realidad. Si la subjetividad, tal como la veo en mí, empíricamente, me opone y contrapone a toda la objetividad, puede ser razonable la afirmación empírica de que una subjetividad transcendente,que corresponde a las profundidades de mi subjetividad consciente, sea la creadora de todas las formas objetivas, como un Novelista que les daría unidad por estar todas en su pensamiento y sentido porque se incluyen en un argumento donde cada una de las dramatis personae tendrían su lugar necesario.
Sólo la experiencia de la subjetividad puede llegar a la experiencia de esa posible subjetividad transcendente y a la unidad y sentido que prestaría a toda la realidad. Hay aquí un esquema lógico que desarrollar y una experiencia que pretender, un programa de conocimiento teórico y práctico que activa estos filosofemas.