Filosofía mística - Kim Pérez

martes, octubre 24, 2006

Lo uno es grande

Cuando hablo del uno hablo de lo divino, pero no quiero decir la palabra dios porque quiero evitar malentendidos.

Hay en nuestra cultura un error que viene nada menos que de Platón, cuando consideró que la Idea del Bien era la cima de la realidad.

En ese error insistió Jesucristo, tan digno de amor por su capacidad de hacer cara al dolor, pero que se equivocó al definir a su dios como bueno, como padre, aunque su vida y muerte fueron de hecho las manifestaciones de un padre implacable.

Desde entonces, la mayor parte de los cristianos, herederos a la vez de Platón y de Jesucristo, no pueden entender lo divino, porque si todo viene de Él, de él viene el bien “Y" el mal. Y por eso muchos cristianos, en cuanto les sucede una desgracia, suelen decir “ya no puedo creer en Dios”.

Si nuestro pensamiento necesita lo uno, entonces lo uno tiene que unir lo bueno “Y” lo malo, lo bello “Y” lo feo, la noche “Y” el día.

Tiene que estar más allá del bien “Y” del mal, que son relatividades, que al ser dos tenemos que juntarlos.

Por eso, mejor describen a dios las religiones que lo describen como exterminador, o como ansioso de venganza o que lo pintan como un verdadero demonio, o como amante de la guerra... y la paz.

Porque del uno viene también la calma, la dulzura de la risa, la alegría de los sentidos, el placer del sol, la ternura…

Entonces adquiere una inmensa profundidad y una capacidad de consuelo inagotable la jaculatoria sufí –islámica- que dice que todo viene de Él y todo vuelve a Él.

Todo; la vida “Y” la muerte; las alegrías “Y” los horrores. Todo adquiere su sentido por Él, la causa y el fin, del que no se puede decir que sea bueno ni malo, ángel ni demonio, sino lo indecible, lo indescriptible, lo inimaginable.