Filosofía mística - Kim Pérez

jueves, diciembre 28, 2006

Absoluto y relativo


El término más adecuado para nombrar el punto donde debe de producirse la Unión es el de Absoluto, que forma un par semántico con Relativo.

Es semejante a los de la teología negativa, como Nirvana, que representa lo indecible y su contrapunto, Maya, pero mientras este segundo se traduce como el velo o la ilusión, lo que puede significar que no tiene sentido, lo Relativo es más positivo, pues su sentido es la relación con lo Absoluto.

Este término se puede considerar como sinónimo de Dios, pero es más descriptivo y, para el entendimiento cristiano de este nombre, menos antropomórfico, aunque favorece menos la relación personal con la realidad que designa.

Porque esta relación deriva directamente de la condición de relativo: yo soy una persona y por eso tengo una relación personal con lo Absoluto, basada en mi consciencia y mi libertad.

En esa relación se funda toda la ética, el par semántico de bien o mal, que lógicamente es relativo y expresa las fluctuaciones de la relación con lo Absoluto que, por serlo, está más allá del bien y del mal, lo mismo que el efecto de lo Absoluto sobre la consciencia que le es relativa está más allá del gozo y el dolor, en la gloria que los une y supera.

domingo, diciembre 10, 2006

Lecciones Elementales de Economía




Por Kim Pérez


PRIMERA LECCIÓN


La Economía ha llegado a ser una ciencia bastante sutil. En 1929 no disponía todavía de instrumentos para prevenir la Gran Depresión y sus letales consecuencias en todo el mundo. Ahora sí podría.

Las consecuencias de los errores económicos son el hambre, la miseria y el estancamiento y las de los aciertos, el bienestar y las posibilidades abiertas para la vida de todos. No hay por ejemplo redistribución justa si antes no hay creación de riqueza.

Por tanto, para cualquiera que tenga un sentido moral de la vida social, su primera obligación es estudiar Economía. Ésta no es todavía una actitud generalizada, especialmente en América Latina. Por eso, las siglas de este escrito son LEE.


SEGUNDA LECCIÓN


La comparación entre Australia y Argentina es muy útil… y sangrante.

Los dos son países muy parecidos. Enormes, casi vacíos, con una riqueza basada inicialmente en los inmensos rebaños de vacas u ovejas y situados en el Hemisferio Sur y, por tanto, muy alejados de los centros económicos del Norte.

En este sentido, durante el siglo XX, la situación de Argentina era mejor, por ser más cercana, que la de Australia. También fue mejor a principios de siglo, cuando Argentina era la cuarta o quinta economía del planeta.

¿Cuál ha sido la diferencia en la evolución histórica de los dos países durante el siglo XX?

Ambos empezaron el siglo como colonias económicas de Inglaterra. Pero Australia ha seguido una política económica liberal y moderada y Argentina se ha entregado durante setenta u ochenta años al populismo demagógico.

Ambos conceptos se pueden encontrar definidos en los manuales de Economía.

LECCIÓN TERCERA

Las decisiones acertadas a veces son muy poco visibles o hasta sosas o antipáticas.

En España, el Generalísimo Franco siguió durante veinte años un populismo de derechas, basado en la idea fascista de autarquía, que sencillamente arrastraba a la nación a la ruina.

En 1959 tuvo que recurrir a los tres hombres más fundamentales en la Historia de España del siglo XX: López Rodó, López Bravo y López de Letona, los lópeces o los tecnócratas. Todo eso parece gris, comparado con la épica rigurosamente contemporánea de Fidel Castro en Cuba.

Los lópeces redactaron el Plan de Estabilización y el Plan de Desarrollo, en los que se fundó la actual riqueza de la economía española, una de las más fuertes del mundo, después redistribuida por la Seguridad Social.

Cuba, a la vez, redistribuyó desde el principio, pero al no crear riqueza, se sumió en el estancamiento y la escasez.


LECCIÓN CUARTA


Los países pobres no están condenados a ser explotados por los ricos, si saben aprovechar sus oportunidades.

La prueba empírica está en las historias recientes de España, Irlanda, Corea, Taiwan, Hong Kong, Singapur y las más recientes y espectaculares de China, India o Tailandia. La mayor parte del mundo que hace pocos años era pobre está ahora en pleno torbellino de desarrollo.

En América Latina, hay ejemplos menos espectaculares en Chile y Costa Rica.

La fórmula común parece ser intervención del Estado y libre mercado. Esto plantea una distinción o complementariedad entre la propiedad o autoridad sobre los medios de producción y el mercado como medio para los intercambios fundamentales.

El conjunto de esta fórmula se llama economía mixta. En un escalón posterior, la intervención del Estado puede crear o no el Estado del Bienestar, de modo que las naciones donde se ha creado, podemos considerar que hemos acertado doblemente.

viernes, diciembre 08, 2006

¿Y si los animales ven a Dios?



(Acabo de poner esta entrada en el foro http://eltestigofiel.org )


Ver a Dios me parece que es sentir una luz o luminosidad que lo llena todo, una alegría que te arrebata el corazón.

No es cuestión de palabras, ni de nombres, ni de oraciones, ni de teologías, es sólo un sentimiento, un brillo interior lleno de pureza y de paz.

Los animales deben de percibirlo todos, como lo más natural del mundo. En el misterio de su mente simple, elemental, debe de ser la base de lo que perciben y sienten. Tan natural y básico, que sea su día a día, y ni siquiera necesiten expresarlo ni comunicarlo como algo extraordinario, unos con otros. No es cultura, es sentimiento, porque los animales sienten. Éste debe de ser el sentido de sus vidas, que tienen que tener sentido, como todas.

Los animales no pecan; quizás lo que sienten, el fondo de todo lo que perciben, mientras comen, mientras se quedan parados mirando, cuando están tristes y cansados o cuando tienen miedo o se devoran unos a otros, sea esta tranquila belleza.

Por eso puede ser que vivan interiormente en el Paraíso Terrenal, en el fondo, en el que todos los sufrimientos queden subsumidos.

Puede ser parecido, pero más profundo, a lo que nosotros sentimos cuando de pronto una música nos organiza la realidad; lo que estaba descompuesto, fragmentado y triste, sin sentido, de pronto se transforma porque adquiere un sentido o una emoción gozosa. No hay nada nuevo, nada más que la música. Todo está igual, pero transformado dentro de nosotros y bellísimo.

Pero si nosotros notamos la diferencia es porque somos pecadores y por eso podemos olvidarnos de que hay una música, y hasta empeñarnos en crear un mundo lleno de razonamientos, pero silencioso, pero los animales deben de oirla permanentemente.

Por eso son más sabios los hombres primitivos, cuando les piden perdón a los animales antes de matarlos para comer. Nadie puede saber si lo que acabo de pensar es verdad, porque nadie puede entrar en la mente de otra persona y menos en la de un animal; pero el razonamiento sirve para suponer lo que debe de existir dentro de cada cual.

viernes, diciembre 01, 2006

Filosofía de la Unión

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Por Kim Pérez



(En esta versión, he cambiado el título por lo que en la gramática árabe se llama un “nombre de acción”, que me parece mucho más exacto y tenso y explicita por qué lo Uno, entendido como la Unión, es en un sentido muy dialéctico el Amor.

He añadido también dos capítulos, con los títulos de “Ética de la Unión” y “La nueva filosofía”. La ética, el paso a la práctica, es la prueba de fuego de cualquier filosofía (El criterio de la práctica significa el paso de la hipótesis a la tesis) A la vez, la unión y el sentido deben figurar entre los presupuestos del conocimiento que configuren una filosofía que supere la crítica de la filosofía que ha intentado hacer severa tabla rasa de su historia


La naturaleza de los blogs, que se actualizan continuamente, como la radio o la televisión, hace conveniente reponer los textos que se consideren significativos, con cierta frecuencia, para que sea fácil encontrarlos.

De este artículo, publiqué la primera versión, con el título de “Crítica de la crítica”, en el blog “Politically Incorrect”, el 4 de junio de 2005 y en el blog “Filosofía del Uno”, ya con ese mismo título, el 27 de agosto de 2006; está registrada para Copyright en 2006; puede hacerse uso de ella, en todo o en parte, mencionando el nombre de la autora)


NOTA PERSONAL. Con siete años, como lema para mi Primera Comunión, elegí por mí mismo una jaculatoria que decía: “Que yo esté en Vos, Señor, y Vos en mí”.

Años después, con nueve o diez, jugando en el suelo con una tartana de lata con su mulo, me di cuenta de que ansiaba un juguete que fuera Uno y que valiera por todo, un centro del pensamiento en el que pudiera reposar mi pensamiento, para que no tuvieran que dispersarse mi atención ni mis sentimientos.


PRESUPUESTO METODOLÓGICO



Es posible reconocer que ciertas dimensiones del pensamiento entendido como “lo que se piensa”, proceden de la realidad del pensamiento mismo, entendido como “lo que piensa”, que resulta ser una parte de la realidad destinada a la contemplación y entendimiento de la realidad.


Definiré la palabra realidad, en el sentido en que la uso en este texto, antes de seguir: Por realidad quiero decir todo lo que somos y nos envuelve y más agudamente, realidad es tanto lo que nos constituye como sujeto del pensamiento como lo que percibimos como objeto del pensamiento.

Frecuentemente, pensamiento y realidad se han contrapuesto como sujeto y objeto, hasta el punto de examinar las propiedades del pensamiento por un lado y las de la realidad por otro; pero si el pensamiento es una parte de la realidad, algunas de sus propiedades deben remitir a las de la realidad, en general.

No es decir que la realidad sea pensamiento, según la formulación idealista; es decir, más sencillamente, que, si el pensamiento es parte de la realidad, ciertas formas con las que empezamos a pensar deben ser consecuencia o corresponder a las estructuras de la realidad.

Sin embargo, no somos conscientes de todas las inferencias que tendría la posibilidad de que correspondan, tan fuertes como la necesidad del aire que respiramos.


EL SENTIDO


Creo que hay por lo menos dos supuestos o postulados del pensamiento que pueden conmovernos si consideramos que traducen la realidad:

El primero es que pensamos porque suponemos que pensar tiene sentido; de aquí se infiere que suponemos que la realidad sobre la que pensamos tiene sentido o que no es un conjunto caótico.

El postulado del sentido está vinculado a lo que se puede llamar la economía del pensamiento. El pensamiento es un trabajo que se realiza, lo diré con humor involuntario, con medios escasos; requiere un esfuerzo y para realizarlo se tiene que postular que ese esfuerzo tenga sentido, es decir que conduzca a algo que no se tenía al principio y que se tiene después: un conocimiento.

Como hecho de la economía del pensamiento (optimizadora del rendimiento de los medios limitados de que disponemos), ponerse a pensar, realizar el considerable esfuerzo de pensar, postula que este trabajo tenga sentido, porque si no lo tuviere, no valdría la pena realizar ese esfuerzo.

Pero para que el pensamiento tenga sentido, debe postularse también que la realidad lo tenga, aunque sea en otra acepción de la palabra, que se concretaría en que esta realidad, a menudo dolorosa, conduzca a un estado que tenga sentido lógico para el pensamiento, lo que sólo puede ser ir de un menos a un más.

Pero todavía más fuertemente, si nuestro pensamiento, convertido en acción consciente, trabaja por acomodar la realidad a nuestra voluntad, es porque presuponemos que hay esa posibilidad y por tanto que la realidad tiene ese sentido, más allá de sus dificultades, peligros, dolores y contradicciones.


LA UNIÓN


El segundo postulado del pensamiento está en la unidad del objeto del pensamiento, la realidad. Al pensar se presupone que todo lo que observamos está unido, coherente, que no está sujeto al caos de la dispersión, porque si lo estuviera, también nuestro pensamiento se quedaría roto, disperso, sin posibilidades de unificación, incoherente.

Si nuestro pensamiento no fuera unificado, sería incoherente; estaría compuesto por fragmentos dispersos, menores o mayores, pero más o menos inconciliables. No podríamos hablar: nuestras expresiones estarían rotas, serían absurdas. Es decir, en pocas palabras: no existiría el pensamiento ni la expresión.

Pero la unidad del pensamiento corresponde a la unidad de la realidad. Si nuestro pensamiento es coherente, si nos permite avanzar en el conocimiento de la realidad, es por que ésta es coherente, está unida, y el pensamiento que forma parte de de ella, como la función que consiste en su conocimiento, es también coherente y unida.

Si no lo fuera, el pensamiento tendría que dispersarse en mil direcciones y sus hilos quedarían incomunicados e incomunicables para el mismo sujeto que los piensa, que así se vería amenazado por una especie de esquizofrenia, que es precisamente lo que más podemos temer como sujetos del pensamiento, el extravío, la incoherencia, la aparición ante nuestros ojos de un mundo discordante e incomprensible.

Pero como la realidad es una, ¿hay manera de ver su unidad de manera que sea posible reposar en ella de la diversidad agotadora y de la dispersión?

Si la realidad fuera una, pero no pudiéramos verla unida, estaríamos obligados a que continuamente aparecieran ante nuestra atención objetos particulares diversos, ninguno de los cuales merecería que le entregásemos por siempre nuestra mirada, por simple cansancio de él o por el temor de que nos estuviésemos perdiendo algo presente en otro objeto.

La visión de la unidad, de ser posible, será la única en que tal objeto, siendo uno solo, lo es todo, vale por todo o todo se puede ver en él mirándolo a él.

De hecho, presuponemos por lógica que la realidad es coherente y debe formar una unidad más allá de la pluralidad de las realidades que nos parecen fragmentarias o contradictorias, porque continuamente nos esforzamos en elaborar síntesis parciales o uniones de lo que observamos, y a medida que las elaboramos vamos teniendo la sensación de que vamos entendiendo la multiplicidad de la realidad. Avanzamos en nuestro pensamiento cuando elaboramos síntesis de síntesis, lo que significa que presuponemos que toda la realidad es una.

Porque la unidad de la realidad requiere que en este gran vórtice unificador se vaya absorbiendo todo. No serán sólo las teorías físicas las que se verán un día unificadas; el hambre de unidad propia del pensamiento no descansará hasta que vea la unidad de toda la realidad: la de la razón y la de la intuición, la de lo subjetivo y la de lo objetivo… todo lo que hoy aparece escindido como por tabiques infranqueables, algún día dejará ver su unidad secreta.

Insistiré en que no podemos pensar, sin que nuestro pensamiento esté unificado, como sujeto que somos, y sin presuponer la unidad de lo que pensamos, como objeto que pensamos. Son dos aspectos distintos de la misma realidad.

Por tanto este método mío consiste en observar lo que el pensamiento nos dice de la realidad sobre la que actúa; no quiero referirme a lo que los pensamientos nos dicen de sus objetos, sino a que el hecho de pensar, que es una parte de la realidad, nos informa sobre el conjunto de la realidad.


LA PRUEBA DE LA VERDAD


Todo lo dicho se fundamenta en la hipótesis de una correlación entre el pensamiento y la realidad o más bien entre las propiedades del pensamiento y las de la realidad.
¿Pero es posible comprobar tal hipótesis de la correlación?

Cuando ya no miramos las propiedades, sino en general el hecho de pensar por un lado y el resto de la realidad por otro, a la correlación entre uno y otra la llamamos verdad.

Pero, seguimos sin demostrar la hipótesis: ¿existe tal correlación profunda, existe la verdad?

Volvamos a las propiedades: el pensamiento tiene la propiedad de necesitar la verdad, incluso para sobrevivir; literalmente, un error puede ser mortal. Al decir esto, damos un salto de la teoría a la práctica, que es la prueba que buscábamos.
Por tanto, la realidad como conjunto que incluye el pensamiento, debe tener la propiedad de que esta correlación exista, de que existe la verdad.

El salto de la teoría a la práctica elimina cualquier sospecha de tautología en este sistema pensamiento-conjunto de la realidad, propiedades del pensamiento (necesidad de la verdad) – propiedades del conjunto de la realidad (existencia de la verdad)

Por tanto, estamos comprobando que los postulados de sentido y de unidad son verdad.

El criterio de la práctica da un sentido a la historia humana, considerada como un relato colectivo que supera las historias personales: que consista en la mejora de nuestras condiciones de vida o, lo que es lo mismo, pero considerado con mayor profundidad, que nos permita superar nuestros límites materiales, que nos aherrojan: el hambre, la enfermedad, la vejez, la muerte.

Está claro que esto tendría sentido, porque lo contrario sería un sinsentido; nuestra voluntad no puede permitir que la historia conduzca a un empeoramiento de las condiciones de vida o a un reforzamiento de los límites, y por tanto su sentido se halla predeterminado, aunque se pueda caer en el sinsentido.

Este sentido tiende a infinito, por lo que se puede decir que tendencialmente el fin de la historia es la transmutación del hombre en Infinito, o de nuestra materia limitada en Realidad Sin Límite.

Lo Infinito es único, por lo que el sentido de la historia sería también único, cumpliéndose así los dos postulados básicos del pensamiento como parte del movimiento de la realidad. El pensamiento, para tener su único sentido, debe conducir al Infinito.

De este sentido tienen experiencia personal los místicos y, en menor grado, los amantes, los artistas, los héroes, pero sobre todo, todos cuantos han entendido repentinamente la noche, la luz del sol o el mar.

Porque esta capacidad personal, hace pensar que el acceso al Infinito no es sólo una posibilidad histórica colectiva, sino que está abierto aunque a la vez velado en cada persona, que por tanto encontrará en él de alguna forma el sentido de su vida personal, tanto más necesario cuanto que esté cargada de límites y fracasos.


ÉTICA DE LA UNIÓN


La lógica pide que de la unidad de toda la realidad proceda todo lo que se constituye en los sistemas vida y muerte o placer y dolor. Por la otra parte, también la lógica requiere que toda existencia diferenciada y aun contradictoria vaya a subsumirse en la unidad de toda la realidad.

La unidad de la realidad estará, entonces, por encima del bien y del mal, que son relatividades propias de la existencia humana, uno de los elementos diferenciados de la realidad.

Me parece que llamamos bien a lo que favorece nuestra existencia humana o personal, y mal a lo que la daña. Por tanto, nos constituimos en centro de la valoración.

Pero, aparte de sus efectos sobre nosotros, todo es bueno en otro sentido, el de que todo viene de la unidad y vuelve a la unidad, por muchos estragos que nos haga a su paso.

Si todo es bueno, la contraposición lingüística de lo bueno frente a lo malo, no se puede aplicar al conjunto de la realidad.

La unidad de la realidad tiene por tanto un aspecto infernal o demoníaco frente a otro paradisíaco y arcangélico; pero son las dos líneas del espectro en que se divide la una y misma realidad al pasar por el prisma de nuestro juicio.

Este pensamiento cabe en la mente humana; pero nuestros actos están sometidos a la relatividad de lo que nos favorece o nos daña y en este sentido son morales; podemos sumirnos en el aspecto infernal de la realidad, podemos sin duda, como los hechos lo demuestran cada día, o en su aspecto paradisíaco.

Si elegimos lo primero, nos exponemos a todas las crueldades, odios y terrores que constituyen ese lado de la realidad; en él, tiene sentido el temor de Dios, de la fuerza devoradora y dañina de la realidad. Pero también se puede sentir con más ansia el deseo de la liberación, la entrada en el paraíso.

Lo que nos daña se convierte entonces en lo que nos favorece, y esto a la vez en lo que nos daña, en un sistema bipolar en el que tenemos que agarrarnos simultáneamente a ambos lados para avanzar independientemente de ellos hacia la conciencia de la unidad, que será nuestra gloria, lo que esté más allá del gozo y del dolor, o de nuestro bien y nuestro mal.

El bien y el mal no son entonces realidades definidas y radicalmente contrapuestas, como se piensa en nuestra tradición religiosa y cultural, con remembranzas dualistas, que acaban equiparando a Dios con Satán, como principios opuestos. Si se llama Dios a lo que da unidad a la realidad, su exclusividad resulta tan patente como su inclusividad, y lo demoníaco se ve como una más de las relatividades del ámbito de las realidades diferenciadas.

La ética se ve entonces no como una opción entre dos posibilidades separadas por un abismo de diferencia y vacío entre ellas, sino que se trata de estudiar una y otra, para encontrar la virtud en el justo medio, según la noción clásica.

Por tanto, en el caso más extremo, no se trata de elegir entre la concentración en la unidad o la dispersión en lo relativo, sino de encontrar en la práctica la manera de vivir que permita alternar la concentración y la dispersión.

No se trata tampoco de elegir entre el amor y el odio, sino de aprender el apego a lo deseable y la separación de lo indeseable, sin dejar de ver la profunda unidad entre lo uno y lo otro.

La imagen de que todo viene de esa unidad y vuelve a ella, es nada más que la aprehensión temporal o en movimiento de lo que debe ser un presente eterno, pero estructurado con arreglo a ese código temporal (lo mismo que una novela puede estar ordenada temporalmente como relato, pero al cerrarla, se hace evidente que todos sus capítulos están físicamente presentes)

Si es posible para la conciencia humana acceder a la contemplación de la Unión de toda la realidad, éste se convierte en su propósito máximo, el primero y supremo destino del ezos, procedo o recorrido de una vida humana.

Empíricamente, se sabe que es posible aunque sólo sea observando y analizando las experiencias de los místicos de todas las religiones o los cuadernos de viaje que a veces han dejado como referencia para otros viajeros.

En grado menor, otras experiencias de muchas personas, momentos bajo las estrellas o a la orilla del mar o a la luz del sol, pueden deparar ese sentimiento del infinito, de la plenitud o en otros casos, de la unión.

Pero también, en medio de las angustias, también nos aferramos a quien da sentido a toda la realidad, mediante la invocación mínima que consiste en decir "¡Dios mío!", y también ésta es una realidad empírica.


ÉSTA ES LA REALIDAD


Es posible que la unión esté en la intuición de la realidad, a la que se llega mediante el pensamiento de "yo, aquí, ahora", cuyas tres percepciones, las de interior, espacio y tiempo, forman desde el principio una experiencia unificada.

Se forma así un punto de convergencia de cada una de esas tres dimensiones, que abarcan toda la realidad.

El valor de estas percepciones está avalado por la escuela védica. También puede relacionarse con la intuición de la realidad de la que habló el neoescolástico Jacques Maritain.

Las experiencias de yo, aquí y ahora, pueden ser ilimitadamente gratas o espantosas, cuando se sitúan en el presente de un tormento. En este caso, puede ser que permita el acceso a nuevos planos del aquí y ahora inaccesibles a los sentidos y muy superiores a ellos.

También es posible que la experiencia del yo, a la vez que sigue siendo la misma, supere los condicionamientos personales y se le haga palpable su posible condición de interior del exterior.

Puede ser que la vida encuentre su sentido en esta percepción profunda y completa de la realidad, en la que yo perciba todas sus dimensiones.


LA NUEVA FILOSOFíA


Esta filosofía del sentido en la unidad de la realidad puede insertarse en una nueva filosofía general que supere el confinamiento en las especulaciones racionales que han solido afligir a la filosofía históricamente.

Tal filosofía debería empezar reflexionando sobre la razón, considerada como su instrumento y limitarse a ser una ordenadora u organizadora del conjunto de los conocimientos humanos, desde los racionales o científicos a los empíricos e intuitivos.

Hablar razonablemente de la diferencia entre los modos científico, intuitivo y pragmático del pensamiento, situar los conocimientos adquiridos a través de esos modos, intentar jerarquizarlos en una visión única, que naturalmente no podrá explicar lo irracional, prerracional o suprarracional pero sí respetarlo encontrando su sitio relativo en el conjunto de lo que sabemos, debe ser el propósito de la filosofía.

Incluso los grandes errores ideológicos han de verse transformados, no anulados, por la unificación del conocimiento que sólo puede deparar la filosofía.

En su función ordenadora, la filosofía general debe encontrar la unidad y el sentido de tales conocimientos, para poder ordenarlos, pues sin unidad en la base no hay orden posible, y sin sentido no hay perspectiva práctica. La unidad se convierte así en el alfa de la filosofía como el sentido es su omega.