Comentario sobre la subjetividad
La diferencia entre la realidad subjetiva y la objetiva se puede llamar radical, por cuanto el acceso de la conciencia a una y otra ocurre por procedimientos distintos; a la primera, por el llamado sentido interior y a las otras por los sentidos exteriores. Por otra parte, cada uno de nosotros sólo tiene acceso a su subjetividad y no puede acceder por los sentidos externos u objetivamente a las otras subjetividades. Estamos confinados cada uno en sí mismo, pues la vida interior es accesible sólo a la introspección, y también preservados de la extraspección ajena.
Puede asegurarse, asombrosamente, que, mientras tenemos instrumentos para observar objetivamente la realidad macroscópica o microscópica, carecemos en absoluto de instrumental para observar objetivamente todo un sector de la realidad, la subjetiva. Los escáneres ven sólo signos externos del pensamiento, no el mismo pensamiento, como se puede observar desde fuera mediante la risa o los gestos.
Pero por distintas que sean la realidad subjetiva y la objetiva es preciso encontrar una síntesis de las dos. Intuitivamente, pienso que la síntesis se puede encontrar sólo a partir de la realidad subjetiva, puesto que en la objetiva, como digo, no se puede ver siquiera la subjetividad.
Sin embargo, mi sentido interior me hace percibir desde dentro no sólo el centro psíquico al que llamo yo, sino una gran cantidad de realidades físicas relacionadas con él. Puedo sentir por lo menos el estado de mi estómago y mis pulmones, mis brazos y manos que se mueven, mis piernas que me llevan y en las que siento mi peso…
Si el conocimiento interior incluye no sólo los pensamientos sino algunas realidades físicas, puedo presumir que una subjetividad más profunda, latente y oculta bajo mi conciencia, a la que normalmente no tengo acceso, encuentre como propios otros hechos físicos que incluso estén fuera de mi cuerpo. Puede ser incluso que estos hechos físicos sean suyos en el sentido de que los esté creando y configurando continuamente. Entonces, se podría llamar Dios a esa subjetividad que está dentro o debajo de la mía, cuya realidad no se puede comprobar objetivamente, porque toda subjetividad es inaccesible al conocimiento objetivo, pero se podría percibir subjetivamente.
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